Titus Quintius

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(Se recomienda leer el capítulo introductorio aquí.)

Cuando la Alt Right habla de un surgimiento de las “política de identidad blanca” o del aumento de las tensiones raciales, están observando fenómenos que podrían conducir a la política nacionalista y a la reorientación de la sociedad occidental hacia el etnocentrismo y la preservación cultural. Por el contrario, también podrían estar observando los jadeos moribundos de un modelo de existencia más antiguo para los pueblos occidentales.

Fuera de algunos países de Europa Oriental, el nacionalismo es en gran medida cívico, no étnico ni racial, para los europeos y eurocoloniales. Cualquiera puede ser o convertirse en estadounidense. Cualquiera puede ser o convertirse en británico. Cualquiera puede ser o convertirse en francés. Cualquiera puede ser o convertirse en alemán. Y así sucesivamente. Las expresiones de nacionalidad se basan casi puramente en la ubicación y [a veces] en el lenguaje en lugar de, digamos, en un patrimonio biológico, cultural, histórico, político y geográfico compartido. La mayoría de los estadounidenses están de acuerdo en que un estadounidense puede ser de cualquier raza, etnia o religión. Un número cada vez mayor de europeos también sienten así respecto de los europeos. Con esa actitud, ¿cómo se puede hablar de una nación europea o eurocolonial como algo distinto de una unidad administrativa del orden social y económico atlantista (que se basa en el antinacionalismo en primer lugar)?

A pesar de que la política nacionalista es mayoritariamente cívica en lugar de étnica o “identitaria” —aquéllas son más metapolíticas y en gran medida carecen de representación formal—, los partidos y movimientos nacionalistas son tratados como si fueran étnicos o identitarios por sus oponentes. Y eso es sólo cuando exageran un poco. Cuando realmente quieren dar un puñetazo, califican a estos partidos, movimientos e ideologías como fascistas o nazis.

Es difícil decir quién ha hecho más para deshacer los sentimientos nacionales creados en los siglos XIX y XX: la globalización y la erosión de la identidad local, o las deliberadas iniciativas sociales y políticas para reprimir y deconstruir moralmente los sentimientos nacionales. El envenenamiento de la “marca” nacionalista es potente, pero también lo son los efectos de los medios globales de comunicación masiva en la homogeneización y nivelación de los intereses y gustos de sus consumidores en todo el mundo occidental. Así como los medios de comunicación fueron fundamentales para crear un sentido de unidad nacional, pueden haberse convertido en fundamentales para socavarla. Incluso, los arrebatos nacionalistas cívicos como el Brexit de 2016 o la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos todavía están teniendo lugar en un contexto atlantista firmemente integrado (que es una forma de globalismo liberal). Gran Bretaña seguirá vinculada económica e ideológicamente a la Europa continental, incluso si tiene sus propias regulaciones monetarias y comerciales. Estados Unidos seguirá siendo el motor de la OTAN y está muy involucrado en la geopolítica de Europa.

Independientemente de lo que tenga un mayor poder explicativo para determinar por qué el nacionalismo está muriendo en el largo arco de la historia, el nacionalismo está evidentemente muriendo. Si la mayoría de los miembros de la nación étnica francesa o de la nación étnica [blanca] americana se vieran a sí mismos como miembros de naciones étnicas, habría políticos nacionalistas étnicos en el poder. Etiquetarlos como “nazis” se derrumbaría. La mayoría de la gente no se vería a sí misma como la personificación política del mal por compartir puntos de vista con los nacionalistas étnicos, si la mayoría de la gente fuera nacionalista según la etnia. La acusación fascista-nazi funciona precisamente porque una audiencia de personas que son nacionalistas cívicos o liberales ya están preparadas para oponerse al nazismo y al fascismo, ya que tales ideologías se conciben popularmente como formas de maldad.

Las narrativas de estas naciones oprimidas por los “globalistas” se derrumban cuando uno se da cuenta de que la mayoría de los occidentales fuera de Europa Oriental no se ven a sí mismos como miembros de una nación étnica, sino como comunidades daltónicas de personas cuyas similitudes étnicas o raciales son políticamente irrelevantes para ellos. La mayor agencia de seguridad descansa en la propia nación étnica en la supresión de su nacionalismo étnico. De lo contrario, simplemente habría una mayoría políticamente nacionalista demasiado grande para ser descartada.

Lo que esto significa es que no debemos sorprendernos terriblemente cuando los occidentales tienen poca o ninguna reacción a la proyección de que se van a convertir en minorías en sus lugares geográficos históricos de Europa, América del Norte y Oceanía Británica debido a la migración masiva y la disminución de la fertilidad. (El Cono Sur también puede llegar a ser menos europeo con el tiempo debido a la migración desde el resto de América del Sur y las cruzas interraciales, aunque los contextos raciales y políticos son diferentes en América Latina).

Éstas son corrientes poderosas. No debemos suponer que el intento de formar un orden global basado en la libre circulación de capitales, bienes y personas fracasará pronto. El capitalismo genera muchos beneficios. Las tecnologías de entretenimiento dan a las mentes ociosas algo en lo que encauzarse. Y la diversidad y el multiculturalismo son lo suficientemente populares como para seguir siendo la ideología estatal elegida de gran parte del mundo occidental. Estas son todas cosas que las masas permiten, fuera de elección o inacción. Mientras puedan ir de compras, ¿qué importa? También si te importa la composición étnica de un país eres una mala persona.

La realidad es que los europeos y los eurocoloniales en conjunto no creen que sus propias naciones importen lo suficiente como para perpetuarse como mayorías demográficas dentro de lo que una vez fueron sus estados-nación. Si bien es un panorama extremadamente sombrío para las personas que creen en celebrar y continuar con nuestro patrimonio occidental y nuestro legado para las generaciones venideras, el problema es en última instancia el del apego a una forma de organización social, la del estado-nación. La noción de que “nosotros” nos convertiremos en minorías en “nuestros propios países” no nos llama la atención, pero no tiene consecuencias políticas negativas para todos los demás. A una minoría de occidentales les importa esto (y de esa minoría, algunos celebran convertirse en una minoría como expiación por el racismo o el colonialismo, etc.). Como minoría que se preocupa por esto desde una perspectiva interesada y no de masoquismo, tenemos que hacernos diferentes preguntas sobre cómo continuar nuestras tradiciones, nuestras culturas y nuestras líneas. Tenemos que pensar en los términos del mundo en el que vivimos, un mundo desnacionalizado.

Los europeos y los eurocoloniales son pueblos desnacionalizados. La mayoría se convirtieron en naciones políticas, centradas en un patrimonio biológico, cultural, histórico, político y geográfico compartido en los siglos XIX y XX, pero desde ese entonces han perdido este sentimiento. El sentimiento nacional, el concepto de unidad popular e identidad etnocultural compartida, claramente se ha esfumado para a cualquiera que observe nuestra política desde un estado mental de no histeria, sin importar cuál sea el estilo paranoico del periodismo político. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y similares todavía se niegan a prohibir la inmigración sabiendo que va a convertir a los estadounidenses, los británicos, los franceses, etc., en minorías. Para ellos, no hay una distinción fundamental entre los estadounidenses actuales y los convertidos en estadounidenses, los británicos actuales y los que llegan a ser británicos. Están separados por papeleo, tal vez por un océano o dos.

Una vez que se pierde un sentimiento civilizatorio de esa magnitud, es muy difícil resucitar. Puede permanecer en nuestros recuerdos como lo ha hecho el Imperio Romano —quién podría olvidar los siglos de esplendor de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos para el caso— pero en las vidas políticas de los occidentales será un cadáver.

No puedes devolverle la vida a un cadáver. Esa es la premisa de la Quinta Teoría Política (5PT) con respecto al nacionalismo étnico. El camino a seguir no es aferrarse al estado-nación ni tratar de esculpir uno a partir de un estado imperial multiétnico. Es reorientarnos hacia un modelo de diáspora. Occidente se está volviendo desnacionalizado. Dentro de unos años, todas estas identidades nacionales que existían desaparecerán y la gente dentro de los antiguos estados nación se verá y se comportará de manera muy diferente. Si vamos a convertirnos en una minoría en lo que se está volviendo el país de otro, y queremos continuar nuestra herencia occidental, tendremos que abrazar la ur-identidad, la de la tribu. Debido a que somos una tribu dentro de un vasto superestado multiétnico que es cada vez más extraño para nosotros (y nosotros ajenos a él), también estamos en una diáspora.

La nación era, en muchos aspectos, sólo una gran tribu. Pero con ella vino una creciente complejidad social y dispersión geográfica que dio lugar a regionalismo y astillamiento político. Los que abrazamos nuestra identidad y patrimonio como hijos e hijas de Europa somos una minoría entre las personas que compartimos “nuestro” patrimonio en todas sus formas (cultural, genética, étnica, política, religiosa, etc.), y sólo podemos convertir a tantas personas a nuestra forma de pensar en lo que es francamente una carrera contra el tiempo a nivel nacional. A medida que nuestra tribu se reduzca, afortunadamente se volverá más cohesiva y resistente. Y si rechazamos el modelo nacional, no necesitamos agobiarnos con ese objetivo infructuoso a ese nivel. Podemos centrarnos en el nivel tribal.

En última instancia, la 5PT ve la política nacionalista y la construcción de un movimiento de masas para “recuperar nuestro país” o “salvar a nuestra nación” como un inútil desperdicio de recursos que necesitamos para construir nuestra tribu. La 5PT se trata de occidentales con futuro, no de occidentales con un deseo de muerte. No puedes salvar a los que no quieren ser salvos. Lo que puedes hacer es encontrar a aquellos que quieren salvarse a sí mismos, e integrarlos en la red. Si los que vivimos hoy fallamos en unir los restos de nuestro pueblo atomizado que todavía siente los vagos movimientos de autopreservación y perpetuación de la civilización, ésta no ocurrirá. Nos plegaremos en el nuevo tipo de raza y filosofía materialista que se está creando, y todo lo que vino antes será destruido para hacer espacio para más centros comerciales y comunidades de inmigrantes. Perderemos nuestras nobles virtudes, nuestro fuego prometeico y el legado de miles de años que quedará en manos de los sucesores del liberalismo gerencial y su precioso “fin de la historia”.

La 5PT dice que nuestras elecciones son como tales: nos convertimos en esa comunidad inmigrante que vive en una tierra extraña, o vamos al centro comercial y nunca regresamos. Hay fuerzas que no se pueden combatir, sino que sólo se montan. El orden atlantista no permitirá ser sacado de la existencia, y si queremos ser empujados desde la escena mundial como naciones, simplemente tendremos que encontrar otra morada como pueblo.

Entrada original: https://fifthpolitical.wordpress.com/2017/05/05/the-de-nationalization-of-the-global-european-diaspora/ (actualmente offline)

Traducción: Francisco JavGzo