Sebastián Vera & Francisco Javgzo
Es impresionante el complejo de Herodoto de la sociedad chilena. Al parecer, es en el único país sudamericano que existe, y, para peor, la prensa lo fomenta, considerando que –más allá de cualquier acusación de conspiración que se nos pueda cargar– la mayoría de los periodistas son de Izquierda. El problema no sería tanto que sean de Izquierda, sino la parcialidad grosera y la tergiversación con la cual presentan las noticias.
Hace poco tiempo, el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana (CEOC) de la Universidad de Talca publicó una investigación sobre la percepción en relación a la composición racial en el país (“Estudio, Prejuicio y Discriminación Racial en Chile”), y la explotación periodística del asunto, rozando el sensacionalismo, no se hizo esperar. Sin ir más lejos, Radio Cooperativa tituló la noticia como “Estudio: 52 por ciento de los chilenos cree no tener ancestros indígenas”.[1]
El título mencionado más arriba es engañoso. La encuesta habla de vínculos, no de tener sangre indígena. En efecto, la mayoría de la población chilena es genéticamente mestiza, pero sus antepasados mestizos desde hace más de 100 años vivían en ciudades, y sus ancestros más antiguos, mestizos también, eran campesinos que tenían un estilo de vida de hacienda colonial, no de tribus aborígenes. Esto es Chile, no Bolivia ni el Amazonas o lugares así, donde la urbanización y la industrialización han sido fenómenos más bien tardíos.
Es altamente probable que los encuestados no mientan cuando dicen que no tienen ningún vínculo porque, en primer lugar, en Chile los indígenas –en el estado de “pureza” como se quiere retratar– son una minoría, siendo mayormente una población mixta que presenta algún apellido indígena. Reservas hay poquísimas y ni siquiera éstas viven un estilo de vida ancestral y propio de ellos. Viven casi como cualquier chileno, es decir, con un gran porcentaje de occidentalización y, en el caso de esas comunidades, con matices culturales indígenas que, en la gran mayoría de los casos, no pasan de aspectos triviales.
Siendo realistas, en Chile el grueso de la población está consciente de tener por lo menos un ancestro indígena, pero eso no los hace mestizos o indígenas “no asumidos” ni menos los obliga a reconocerse como tales. Los chilenos y los mapuches (y respecto a las demás etnias indígenas) se reconocían como algo distinto hasta casi llegar el siglo XX. El pensamiento contrario es sólo progresismo moderno.
«De acuerdo al diario La Tercera, el análisis, denominado «Estudio, Prejuicio y Discriminación Racial en Chile», que entrevistó a 404 personas entre 18 y 60 años, determinó además que el 73% prefiere autodenominarse “chileno”, por sobre “mestizo” (24%) o “mapuche” (1,8%).»
Ser “chileno” es una nacionalidad (en el sentido del vínculo jurídico entre un individuo y un Estado), no una calificación étnica, así que la respuesta está bien. Por otro lado, en un país donde la autoconsciencia étnica es más bien baja debido a los múltiples cruzamientos y, con ello, la disolución de las identidades, y la constante repetición cultural de la realidad mixta, es difícil que un ciudadano promedio se reconozca como algo más que “chileno” y, sobre todo, es difícil que se reconozca con alguna identidad étnica exclusiva.
Hilando más fino, y abordando el asunto desde una perspectiva étnica más exacta, el mestizaje con mapuche propiamente tal se dio en un grado pequeño en la zona del Biobío durante la Conquista y la Colonia, pero empezó a darse como una mezcla propiamente tal después de la inclusión de la Araucanía al país, recién a fines del siglo XX.
La mezcla que tiene la mayoría de los chilenos es una hispánica con pikunches (etnia indígena que vivía en la zona de Santiago) y con diaguitas incaizados, no con mapuches (araucanos). A través de una colonización de vientres, se produjo un “blanqueamiento”[2] del pueblo pikunche. Este blanqueamiento se produjo mediante el aporte genético paternal por sobre la población pikunche. Para una colonización de este tipo no es necesaria una gran cantidad de progenitores de sexo masculino, pues la capacidad reproductiva de un hombre es casi ilimitada, por lo que un elemento es suficiente para fertilizar a muchas mujeres. Se blanqueó a los pueblos habitantes de las zonas conquistadas y colonizadas, pero la jerarquía desprendida del sistema de castas[3] colonial terminó repercutiendo en la escasa movilidad social efectiva hasta estar avanzado el siglo XX e implementarse medidas económicas de libre mercado, como también el poder político siempre ha estado detentado en las clases descendientes de las castas más altas del sistema.
El blanqueamiento le otorgaba el beneficio al pueblo conquistador de poder legitimar su dominio ya no sólo sobre el suelo, sino también sobre los habitantes de dicho suelo. De esa manera, luego del aporte sanguíneo conquistador (pero, estratégicamente, sin hacerse cargo directamente de los pueblos conquistados ni de la descendencia mixta) más el borrón cultural originario producto de la aculturación de los pikunches, permitieron que se diluyeran las tensiones étnicas y raciales clásicas de las conquistas y colonizaciones. (Véase como ejemplo las colonizaciones del imperio británico, más ricas en segregación –y, por tanto, en preservación racial y étnica– pero también en conflicto interracial.)
“Al separar por estrato socioeconómico, solo el 11,2 % de los entrevistados del nivel socioeconómico ABC1 reconoció su condición de mestizo.”
Los sectores socioeconómicos A, B y C1 son los más altos en la clasificación, y también los más blancos, pero el periodista da por hecho que son mestizos no asumidos. Esto es muy poco serio. ¿Cómo van a reconocerse como algo que muy probablemente no son? Como se mencionó anteriormente, los sectores socioeconómicos altos tienen una alta correlación con los escalafones superiores del antiguo sistema de castas, lo que se manifiesta en que estos sectores sean más blancos o más europeos que el resto de las clases socioeconómicas.
«Además, ante la pregunta de si Chile posee un mayor desarrollo debido a que tiene menos población indígena, el 66,9 por ciento dijo que sí.»
En efecto, es uno de los factores fundamentales. Los pueblos indígenas tienen culturas y modos de vida menos productivos en comparación a las culturas europeas y eurocoloniales, debido a que los intereses de los pueblos indígenas americanos son de subsistencia (razón por la cual una gran cantidad de los planes estatales de inversión para la productividad terminan en pérdidas: desinterés por parte del público beneficiario). No es de extrañar, entonces, que además de las condiciones creadas por el sistema económico, un país con una indiscutible hegemonía cultural europea como éste sea más desarrollado que países que presentan una alta proporción de población indígena.
«El estudio demostró que la mayoría de los encuestados prefiere alejarse de cualquier vinculación indígena, especialmente si se trata del pueblo mapuche. Esto, porque un 70,7% cree que tener apellido mapuche puede perjudicar su búsqueda de empleo o ascenso en una empresa.
(…)
Por último, un 57,9% señaló que el pelo rubio es “más distinguido” que el pelo negro.»
Estas afirmaciones, que pueden sonar brutalmente crudas, no son sino producto de siglos de historia de hegemonía cultural, donde la pigmentación clara (o «pigmentocracia», es decir, la estratificación socio-racial de la colonia) indicaba efectivamente la pertenencia a las castas altas, económicamente solventes, más educadas, etc. Esta estratificación social logró trascender en el tiempo e impregnar a la sociedad chilena, haciéndola una sociedad altamente clasista y con una gran valoración de lo europeo –por ser «de clase alta», no por ser europeo propiamente tal o por alguna valoración netamente racial–, que por una cuestión de costumbre pasó a grabarse casi de manera instintiva en la sociedad chilena como señal de algo positivo y confiable. «Más distinguido», como reza el artículo.
Un tema es cómo la herencia genética pueda impactar en la biología como un valor absoluto, y otra es cómo esta herencia impacta en la sociedad cuando es vista a través de un filtro cultural que es fruto de siglos, algo que pasan por alto los periodistas cuyas ansias están más cercanas a vender periódicos que a informar.
Notas.
[1] http://www.cooperativa.cl/noticias/pais/pueblos-originarios/estudio-52-por-ciento-de-los-chilenos-cree-no-tener-ancestros-indigenas/2018-01-30/064436.html