Francisco Javgzo

La desvinculación del militante democratacristiano Francisco Huenchumilla como intendente de la Región de la Araucanía como consecuencia de su Propuesta al Gobierno respecto de la situación de la Región de la Araucanía, es el claro indicador de la forma antiliberal que tiene el Estado de Chile de manejar su idea liberal de nación, aunque da una luz de esperanza de que, al menos, la razón puede estar por encima de las pasiones de la Razón (¿oxímoron?) y puede fisurar una estructura de pensamiento que, a la larga, ha terminado por degenerar en un caldo de cultivo de poco entendimiento, mucha odiosidad, no pocas pizcas de demostraciones de violencia simbólica, otro tanto de violencia física, y una gran dosis de desinformación y distorsión de la realidad.

Superando toda pasión, victimización e idealismo, la propuesta de Huenchumilla exhibe muestras de un realismo racial, étnico y cultural que viene a traer aires frescos y disidentes a la discusión no sólo de la Cuestión Mapuche, sino que, incluso, de la Cuestión Étnica Chilena. Aun cuando muchos de los puntos expuestos en la propuesta no son nada nuevo para algunos, el mérito aquí es el aprovechamiento de la posición política para instalar el problema en la mesa. Pese a ser removido del cargo, la piedra ya ha sido arrojada, y un impacto de objetividad sobre el tejado de vidrio de la opinión pública venía siendo necesario desde hace bastante tiempo.

En lo que aquí compete, revisaré la Propuesta al Gobierno respecto de la situación de la Región de la Araucanía desde un enfoque étnico.

A lo que se asume desde la legalidad como una mera cuestión de orden público y, como tal, se busca solucionar desde el control estructural de dichas fisuras en el orden, la Propuesta –basada en la observación personal y en la investigación efectuada por terceros – la asume como un tema político, cuestionando el enfoque que se le ha dado durante décadas. En relación a esto, no es de extrañar la reacción del Gobierno: para Chile, la idea incuestionable de la chilenidad como una cualidad superior, preponderante y absoluta, ha provocado que todo lo que esté fuera de este pensamiento sea considerado una herejía, puesto que la estructura antiliberal-liberal[1] (es decir, una aplicación despótica e intolerante del liberalismo, por ilógico que pueda parecer eso) no permite que se cuestione su idealizada visión de la realidad. No puede existir disidencia que cuestione la unidad “nacional”. Es así como términos y conceptos como autodeterminación y plurinacional han caído en la categoría de tabú. Pese a que, en realidad, nación y etnia son sinónimos, se ha posicionado sobre la mente de la sociedad chilena que la nación va por encima de las etnias (cualquieras sean), por tanto, se ha construido una extraña idea que hace parecer que en Chile (la “nación”, que en realidad es una idea liberal de nación, i.e., la nación-idea) son todos chilenos, y dentro de ella hay etnias que son “diferentes pero iguales a todos”, sea lo que sea que signifique eso. Así, el pueblo mapuche y el pueblo rapanui pertenecen a etnias pero la indivisibilidad de Chile (la nación-idea), al estar por encima de todo, no puede permitir que algún pueblo se escape del orden. Si hay algún escape, se “soluciona” con violencia por encargo, y el asunto queda como una cuestión de desadaptación a las normas de orden. Nada más. Se invisibiliza la realidad plurinacional de Chile mediante un reductio ad delinquentia. Debido a todo esto, es que

“el Estado Chileno se encuentra frente a un conflicto de naturaleza étnico político como nunca antes lo ha tenido; que su génesis, desenvolvimiento y lógica es prácticamente desconocido para sus clases dirigentes; y, en particular para los partidos políticos, en cuya agenda éste no tiene figuración prioritaria.”

En “Naturaleza del Problema”, se describe brevemente los principales lineamientos estratégicos por los cuales distintos sectores del Pueblo Mapuche (los que van desde el diálogo político al diálogo de la fuerza, puesto que no todos piensan igual, tal como fue planteado en Mitos frecuentes sobre la “Cuestión Mapuche”) han optado. Sin embargo, se logra distinguir que, pese a que las formas puedan mostrar diferencias, todos los lineamientos estratégicos apuntan hacia algunos intereses en común, intereses que serían una manifestación de los intereses étnico-genéticos del pueblo mapuche, en los cuales la perspectiva territorial goza de una importancia fundamental. Siendo sinceros, al Estado de Chile no le interesa la participación política del pueblo mapuche, pero sí le interesa el término de la violencia política, y para que se termine ésta, debe existir necesariamente una conversación respecto al territorio.

“El camino, en consecuencia, para una solución al conflicto de la Araucanía, pasa por un acto de realismo del Estado de Chile. Aceptar que existen pueblos originarios anteriores a la formación del Estado y uno de los cuales y el más importante, es el Pueblo Mapuche.

Mientras no se acepte esta realidad me temo que no habrá salida al problema que nos ocupa.”

Aquí la palabra “realismo” resulta crucial, puesto que, hasta ahora, todo diagnóstico se ha basado en una trampa idealista del liberalismo. Se ha asumido históricamente que los pueblos son iguales y aspiran a lo mismo, y la misma formación del Estado-Nación ha buscado incesantemente la unión de todos los habitantes del territorio, ignorando los intereses que están, en los pueblos, antes de lo jurídico. La idea seminal de Chile busca una nacionalidad que se posicione por sobre el origen de las personas, es decir, que “lo ideal” se ubique sobre “lo real”, y esto provoca un constante tira y afloja entre el Estado y las etnias. Hasta ahora, han sido los intereses del Estado los que han predominado por sobre los intereses étnico-genéticos de los pueblos.

“El diálogo entre los actores es el camino natural e indispensable para buscar y encontrar una solución a los conflictos. En este caso si, hay dificultades y realidades que hay que tener presente:

(..)

Las distintas cosmovisiones que se tiene del mundo y de la vida.”

Nuevamente el mismo problema; la ceguera etnocéntrica que ha sido propiciada por el liberalismo. Se asume que todos los seres humanos son iguales, y son medidos bajo los mismos parámetros[2]. Esto peca de una visión occidental-céntrica del mundo, y hay que asumir que el liberalismo es una construcción esencialmente europea que busca igualar a todas las personas[3]. El problema aquí es cuando trata de igualar a los pueblos, pues la cultura dominante, en este caso, la Occidental, terminará por aplastar culturalmente a la más débil. Desde esta visión etnocéntrica y la realidad multicultural es de donde nace el prejuicio[4].

Pueblos distintos pueden presentar intereses distintos, y esto queda demostrado con claridad en el enfoque respecto al uso y significado de la tierra que presentan el mundo mapuche y el mundo occidental. No hay una concordancia de visiones.

La Araucanía presenta una realidad diversa, heterogénea, y – como tal – no puede ser abordada de la misma forma que ha sido abordada hasta el día de hoy. Prácticamente, Chile entero presenta una realidad multiétnica, pero la Región de la Araucanía presenta una plurinacionalidad mucho más pronunciada y, probablemente, sea a causa de esto su pobreza y rezago respecto de otras regiones del país.

En “When Diversity Meets Ethnic Kinship: Interesting Times?”, Frank Salter (2008) da cuenta que

“Las naciones más homogéneas étnicamente son más capaces de construir bienes públicos, son más democráticas, menos corruptas, tienen una mayor productividad y menos desigualdad, son más confiables y se preocupan más por los desfavorecidos, desarrollan capital social y económico más rápidamente, tienen tasas de criminalidad más bajas, son más resistentes a los golpes externos y son mejores ciudadanos globales (…). Además, son menos propensos a la guerra civil, la mayor fuente de muerte violenta en el siglo XX.” [5]

Aun perteneciendo al resto del país, la realidad multiétnica de la Araucanía exhibe una situación más tensa, y aunque, quizás, a futuro no se llegue a una guerra civil, las escaladas de violencia política aumentarán si el Estado no cambia su manera de comprender el mundo y proceder ante la cuestión mapuche. Apegándonos a la realidad, tampoco es muy viable un desplazamiento de masas humanas para lograr una homogeneidad étnica en la región, pero sí es posible una salida en términos de autodeterminación, que no significa necesariamente algún tipo de separatismo o secesionismo. En efecto, Huenchumilla no propone una fragmentación del Estado ni lo cuestiona conceptualmente (en su fondo), sino que propone que éste debe ser repensado, cuestionándolo en su forma.

Especial hincapié hay que hacer en clarificar a la opinión pública de manera adecuada el concepto de autodeterminación, ya que no estamos hablando ni de independencia ni de secesión que ponga en riesgo la soberanía del estado.

Ante la paranoia de algunos sectores más “conservadores” en relación a una posible fragmentación del territorio y la consolidación de una absoluta independencia del pueblo mapuche, Huenchumilla responde proponiendo un replanteamiento epistemológico de la figura del Estado:

“Aceptar esta realidad implica cambiar la estructura del Estado-Nación, a un Estado plurinacional que necesariamente debe verse reflejado en el pacto político que es la Constitución Política.”

A pesar de definirme como secesionista (o pan-secesionista), debo aceptar que la idea propuesta por Huenchumilla es, por lejos, más realizable en el corto plazo puesto que no requiere de un quiebre de la estructura de poder, sino una reformulación en cómo éste es administrado. La idea de independencia del pueblo mapuche difiere respecto de la idea de independencia occidental. No sólo el mundo mapuche no le cree al Estado de Chile y su confianza está en su punto más bajo, sino que no comprende el ordenamiento jurídico occidental, puesto que su ordenamiento tradicional está basado en un sistema de clanes, mientras que

“de acuerdo a la lógica occidental, los interlocutores tienen la representatividad y el mandato en un cierto ordenamiento jerárquico que le da legitimidad a su concurrencia. Pero eso es donde existe una organización política jerarquizada, como el Estado, cuyo caso no es la situación del pueblo mapuche.”

La Propuesta señala la necesidad de cambiar la forma de dialogar entre el Estado de Chile y el Pueblo Mapuche, proponiendo la implementación de Parlamentos (semejantes a la Paz de Quilín), donde se dialogaría entre la legalidad occidental y la legalidad mapuche, es decir, terreno neutro, donde ambos actores estarían validados dentro de su propio ordenamiento jurídico. Esto no es nada nuevo (se celebraban parlamentos hace siglos), pero saca a relucir el contraste entre el realismo y el idealismo: el primero, representado por la Corona Española y el sistema de castas colonial, que pese a representar una idea terrible para el Occidente moderno, al menos lograba observar las particularidades de los pueblos; y el segundo, representado por el Estado de Chile, construido sobre las ideas liberales e igualitarias, las que, en nombre de las mejores intenciones (pues el Liberalismo es siempre bienintencionado), ha universalizado los valores, ignorando las diferencias étnicas.

***

Cerrando el tema, la Propuesta al Gobierno respecto de la situación de la Región de la Araucanía deja claro, en términos simples, la urgente necesidad de que Chile rompa la ilusión construida sobre la distorsión de la realidad. Es hora de que se asuma, de una vez por todas, que Chile no sólo está conformado por distintos pueblos, sino que la idea del Estado-Nación (como proyecto) no puede ser un fin en sí misma.

“Lo primero que tiene que hacer el país si quiere solucionar este conflicto es hacer un acto de sinceramiento respecto de lo que es y de la composición de sus habitantes. El acto de ficción que creo el Estado-Nación pensando que única y exclusivamente existían chilenos desconociendo a los pueblos originarios fue un acto propio del siglo 19 que hoy no resiste un análisis serio.”

Es tiempo ya de sincerar la realidad sociológica y dejar atrás una déspota forma de liberalismo que ya está obsoleta.

Notas.

[1] Esta extraña relación esencialmente contradictoria del Liberalismo es omnipresente en Chile, y es aplicada en muchos aspectos: desde la intolerancia con que algunas entidades se manifiestan frente a otras entidades “intolerantes”, hasta las aspiraciones sociales y económicas que se asumen como iguales para todos los individuos. Respecto a esto, Huenchumilla menciona:

“Conviene también tener presente que un sector de los “chilenos” critica que muchos predios adquiridos por la Conadi están improductivos (sin perjuicio que para ello el Estado no ha tenido planes y que las comunidades están pidiendo y esperándolos), hay otro grupo de comunidades que no desean entrar en esos planes productivos porque no quieren entrar a una economía capitalista y desean vivir conforme a sus tradiciones ancestrales. Esto es perfectamente legítimo en virtud del principio de autodeterminación que, curiosamente, se encuadra dentro de la más alta ortodoxia neoliberal de la libertad del individuo cuando uno escucha a muchos empresarios decir : “yo hago con mi plata lo que quiero”; bueno … algunas comunidades dicen también “yo hago con mi tierra lo que quiero”.”

Ahora, por otro lado, es interesante el uso de comillas en “chilenos”.

[2] “si los mapuches son flojos por no plantar tanto como nos gustaría, o si los europeos somos ambiciosos y sedientos de oro (…) son asuntos que no le competen a ninguna cultura más que a la propia, pues cada cultura y raza tiene su propio ritmo y sus propios intereses.” Albanese, F. 2015. “Etnocentrismo ciego y falaz”. PanCriollismo. url: https://pancriollismo.com/2015/04/16/etnocentrismo-ciego-y-falaz-2/

[3] “Occidente creía que había descubierto valores universales, así que se dedicó a hacer universales esos valores. El resultado es un paradójico Universalismo de diversidad que ha socavado los mismísimos valores que pretendía propagar”. Andrews, R. 2015. “The Tragedy of the West: Expand and Die”. Radix Journal. url: http://www.radixjournal.com/journal/2015/4/15/the-tragedy-of-the-west-expand-and-die; traducción por Francisco Albanese: https://pancriollismo.com/2015/04/21/la-tragedia-de-occidente/

[4] “(…) los apegados a una visión derechista liberal, patriota-demagógica y pseudo-nacionalista, acusarán a los mapuches de ser terroristas-extremistas, quemadores de bosques, acosadores de pobres colonos bienhechores que vinieron a engrandecer a Chile, inadaptados y antisociales que no acatan lo establecido por el Estado de Chile, que son chilenos como todos, que son flojos porque no trabajan la tierra y un sinfín de epítetos destinados para caracterizar su desadaptación a “la cultura de Chile.” Albanese, F. 2015. “Dominado Contra Dominado”. PanCriollismo. url: https://pancriollismo.com/2015/01/05/dominado-contra-dominado/

[5] Salter, F. 2008. “When Diversity Meets Ethnic Kinship: Interesting Times?”. The Independent Australian, No. 16.