Nota del editor. El siguiente texto es la reflexión final de A Troublesome Inheritance: Genes, Race and Human History, el criticado libro del ex-periodista de The New York Times, Nicholas Wade.
La idea de que las poblaciones humanas son genéticamente diferentes entre sí ha sido activamente ignorada por los académicos y legisladores por el temor de que tal cuestionamiento pueda promover el racismo. El argumento ofrecido aquí es que las personas del mundo son muy similares como individuos, pero que las sociedades difieren ampliamente debido a las diferencias evolutivas en la conducta social. Sería mejor tener en consideración las diferencias evolutivas que continuar ignorándolas.
Por otra parte, los temores de que la comprensión evolutiva de la raza promoverá una nueva fase de racismo e imperialismo seguramente son exagerados. Las lecciones de los abusos del pasado están todavía lo bastante vivas. La ciencia puede ser un cuerpo autónomo de conocimientos, pero su interpretación depende fuertemente del clima intelectual de la época. En el siglo XIX, un período de vigorosa expansión europea, la gente miraba al darwinismo social para justificar el dominio sobre los demás y negar la asistencia a los pobres. Esta interpretación del darwinismo ha sido repudiada tan a fondo que es difícil concebir cualquier circunstancia en la que éste podría resucitar exitosamente.
¿Pero no es una forma de racismo vincular el éxito de Occidente a la genética de los occidentales? Por varias razones, éste no es el caso. En primer lugar, no hay ninguna afirmación de la superioridad, que es la esencia del racismo, y en cualquier caso el éxito de Occidente es provisional. Sus economías son un libro abierto, gratuito para todos los demás copien, como lo están haciendo, y mejoren. Como todo el mundo entiende, China es una potencia en ascenso cuyo papel en el mundo todavía tiene que definirse. Las naciones se comparan en métricas como el poder económico o militar, las que cambian constantemente y no permiten a nadie el derecho o razón para afirmar la dominación permanente, por no hablar de la superioridad inherente.
En segundo lugar, los logros de la sociedad, ya sea en economía o en artes o en preparación militar, se basa en primer lugar en sus instituciones, que son mayoritariamente culturales en esencia. Los genes pueden empujar la conducta social en una dirección u otra, afectando así a la naturaleza de las instituciones de la sociedad en la escala de las generaciones y estableciendo el marco dentro del cual la cultura opera, pero esto es un efecto a largo plazo que deja un amplio espacio para la cultura juega un papel importante.
En tercer lugar, todas las humanas razas son variaciones sobre un tema común. No existe base desde una perspectiva evolutiva, o cualquier otra, para declarar a una variación como superior a otra.
Una razón de por qué la discusión sobre la genética es tan cargada es debido a que se asume que los genes son inmutables y que decir que una persona o grupo de personas cargan algún gen desfavorable los deja más allá de remedio. Esto es en el mejor caso una verdad parcial.
Los genes cuyos efectos no se pueden cambiar, como los que dirigen el color de la piel o el pelo o las proporciones del cuerpo, son o deberían ser de ninguna importancia para el éxito de una economía moderna. Los genes importantes, al menos en términos de las diferencias entre las civilizaciones, son los que influyen en la conducta social.
Pero los genes que rigen la conducta humana rara vez emiten imperativos. Operan estableciendo meras inclinaciones, de las cuales incluso la más fuerte puede anularse. Hay casi ciertamente genes que predisponen a las personas a considerar el incesto como abominable, sin embargo, casos de incesto distan de ser raro porque esas prohibiciones neurales puedan ser ignoradas. Debido a que el impulso de genes conductuales puede ser resistido, el comportamiento social arraigado puede estar sujeto a una variedad de manipulaciones, que van desde la educación y la presión social hasta los incentivos fiscales. En resumen, muchos comportamientos sociales son modificables y es probablemente el caso incluso si están genéticamente influenciados. Cuando se refiere a comportamiento, genético no significa que sea inmutable.
Muchas formas de conocimiento nuevo son potencialmente peligrosas, la energía del átomo es un ejemplo preeminente. Pero en lugar de cuestionar limitando, las sociedades occidentales han asumido en general que la mejor política es continuar con la exploración con la confianza de que pueden cosechar recompensas y que los riesgos pueden ser manejados. Es difícil ver por qué en la exploración del genoma humano y sus variaciones raciales debería hacerse una excepción a este principio, a pesar de que los investigadores y su público deben desarrollar primero las palabras y conceptos para discutir a un tema peligroso objetivamente.
El conocimiento se considera generalmente una mejor base para política que la ignorancia. Esto ha sido un intento, sin duda imperfecto, para disipar el miedo del racismo que sobresale en la discusión sobre las diferencias en los grupos humanos y para comenzar a explorar las trascendentes implicaciones del descubrimiento que la evolución humana ha sido reciente, abundante y regional.
Entrada original: «Understanding Race». A Troublesome Inheritance: Genes, Race and Human History. The Penguin Press. 2014
Traducción: Francisco Albanese.