Francisco Javgzo & Lucas Blaset

Dentro de las ocho líneas dramatúrgicas de catástrofe descritas por Guillaume Faye en su renombrado Arqueofuturismo, la tercera de éstas trata sobre el caos del sur.

Los países del Sur se han industrializado contra y frente a sus culturas tradicionales. A pesar de un crecimiento embustero y frágil, han creado un caos que no cesa de aumentar.

— Guillaume Faye, Arqueofuturismo.

Faye hace referencia al Sur para mencionar a los países al sur del espacio geográfico comprendido desde Reykjavik a Vladivostok y Estados Unidos, aunque esto no sería del todo correcto, ya que en los bordes meridionales de América, África y Oceanía se presentan espacios de prosperidad que refutan la idea del caos del sur como un flagelo que aqueja a todo lo que está fuera del espacio geográfico antes mencionado.

Preferimos, entonces, hablar de un caos del Trópico, pues se trataría de un término más exacto para definir el espacio geográfico cuyos países representan una amenaza para los países de las áreas no tropicales. Para efectos de ordenar la información, ésta será entregada en dos partes, con énfasis en las relaciones de los sectores ubicados en el Trópico de Capricornio con los países del espacio geopolítico antártico.

América del Sur: entre el Trópico de Capricornio y el Ecuador

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Sorpresivamente, y pese a lo que piensen algunos etnocentristas blancos, los países americanos de herencia mayoritariamente indígena (Bolivia, Perú y Ecuador) han logrado crecer y desarrollar economías que si bien no son del todo florecientes, al no industrializarse contra sus culturas tradicionales, no variar en demasía sus estrategias reproductivas y prácticamente no contar con asistencialismos externos provenientes del Primer Mundo (o no a niveles como los que experimenta el centro de África), han logrado establecerse dentro de su inestabilidad, siendo de poca peligrosidad para sus vecinos. Incluso, capitales chilenos han escogido a Perú para invertir, debido a su crecimiento.

Por supuesto que se ha producido una migración constante desde estos países a aquéllos más industrializados o europeizados/occidentalizados, pero su cultura más pasiva, poco notoria, modesta y de criminalidad no muy alta (probablemente, persuadida por sus brutales métodos de justicia popular), ha significado que estas migraciones no sean tan nocivas para el país huésped desde un punto de vista de la mantención del orden interno, en comparación a otras migraciones que veremos más adelante. Estas migraciones –que son de reemplazo— tienden a formar guetos, reconocidos por sus altas densidades poblacionales (un método para minimizar los gastos), sus estándares de limpieza y ornato más bajos que los de los países huéspedes, y por estar en constante expansión (al alimentarse por el flujo inmigratorio). En Chile, estas migraciones afectan directamente a las clases medias y bajas, ya que el clasismo clásico del país mantiene un cerco inquebrantable que limita el acceso de las clases bajas y media en las esferas de la élite económica dominantemente europea.

La parte tropical de Brasil, que comprende la mayor parte del país, es un verdadero atentado contra toda sustentabilidad (social, ambiental y económica). Las altas tasas de natalidad de la población afrodescendiente y mestiza, la corrupción en todos los niveles sociales y administrativos, la pusilanimidad frente a la corrupción y el estado deplorable de las políticas internas, industrialización de punta operada por mano de obra barata, y un sinnúmero de hechos hace a Brasil un país que amenaza no sólo al resto, sino a sí mismo. Todos los sueños y las aspiraciones de Occidente se hacen añicos en las favelas, símbolo de la interacción fracasada entre capitalismo, mestizaje y tercermundismo. La porción sur del país, que queda bajo el trópico y es altamente europea, presenta un desarrollo distinto al del resto del país, sin embargo, las políticas socialistas de gobierno han conducido a un intento de igualación económica y social del país, siendo perjudicado el sur al experimentar una fuga de recursos hacia el centro y norte.

Distribución mundial de tasa mortalidad infantil. Nótese las tasas de mortalidad para los países sudamericanos.

Paraguay tiene un notable desprecio por el legalismo y las formalidades (nociones netamente occidentales) lo que, unido a su población indígena y mestiza dominante, y su condición mediterránea, marca una diferencia notable con la idiosincrasia criolla, y aún más con la visión talasocrática e individualista del suroeste americano (Chile).

Venezuela y Colombia, más allá de sus orientaciones políticas, son países con tradiciones republicanas particularmente diferentes a las del Cono Sur, cimentadas en composiciones raciales, étnicas y culturales distintas. Además, el factor climático –en conjunto a otros factores ambientales– ha influido notoriamente en los modos de vida cercanos al Ecuador.

El Cono Sur, si es que no está dominado numéricamente por la población blanca, al menos sí lo está por la cultura Europea/Occidental. Esto traza una línea entre las posibles semejanzas con los otros países de América del Sur. Por otro lado, las razas y subrazas, que son conjuntos de genes (pool génico) que se manifiestan con ciertas características particulares, definen las tendencias y posibilidades de respuesta ante el medio. Así, los factores medioambientales (por ejemplo, el clima) funcionan como filtros que permiten que ciertas características determinadas por los genes se desarrollen y potencien en respuesta a ciertas condiciones. El éxito adaptativo (la capacidad de los seres vivos de dejar descendencia que tenga a su vez descendencia) se mide en términos de permanencia en el tiempo, pero la manera en cómo se manifiesta este éxito adaptativo y sus consecuencias puede variar incluso dentro de un mismo subgrupo racial, que es lo que hace que pueblos genéticamente parecidos respondan de maneras distintas (más o menos productivos, más o menos creativos, más o menos ordenados, etc.) frente a condiciones ambientales diferentes (climas tropicales vs. climas templados).