Éste es un tema emocionante, muy actual y conocido como el nacimiento de las revoluciones. Había sido estudiado por el sociólogo Jules Monnerot (1908-1995) luego de los acontecimientos franceses de Mayo del 68 en su libro Sociologie de la Révolution (Fayard, 1969).Un trabajo valioso por el cual su autor ha forjado una serie de conceptos aplicables a todas las situaciones.
Con respecto a un estudio sociológico y no una historia de las ideas, Monnerot utiliza una designación única, sin ignorar por supuesto todo lo que separa y opone a las diferentes revoluciones del siglo XX: el bolchevismo, fascismo italiano, nacionalsocialismo alemán, la revolución de 1944 o la de 1968. De hecho, él estima que estos fenómenos de multitudes son parte del mismo análisis sociológico, mientras que hace una clara diferencia entre las revoluciones de tipo conservador y las revoluciones deconstructivas.
Pero primero, Monnerot define algunos conceptos aplicables a toda revolución. En primer lugar la “situación histórica”. Es una que nunca verás dos veces. Esto es cierto para 1789, 1917, 1922, 1933 y 1968. Otra noción complementaria: la “situación de alarma”. Se caracteriza por desórdenes incontrolados. La estructura social se desmorona: los elementos ya no están en su lugar.
Cuando una sociedad es estable, existen los elementos sociales normales (“homogéneos”) y marginales («heterogéneos»). Los elementos marginales están al margen porque son mantenidos por la presión de lo homogéneo. Cuando se alcanza un umbral crítico de agitación, la parte homogénea comienza a disociarse. Allí se observa como un contagio del caos.
Una nota interesante que se aplica a las revoluciones conservadoras: “lo homogéneo, incluso en proceso de disociación, sigue siendo homogéneo”. Cuando la agitación es radical, “la misma base de la sociedad hace una demanda de poder”. El fascismo, entre 1922 y 1933, fue una respuesta a esta petición en una sociedad con un alto desarrollo (industria, ciencia, cultura). En tal sociedad, cuando el orden se derrumba, los elementos conservadores (homogéneos) se convierten temporalmente en revolucionarios por la aspiración al orden y la aplicación del poder.
¿Cómo resultaron en una “situación revolucionaria”’? Respuesta sintética de Monnerot: deficiencia en la cúpula. Una crisis de régimen se caracteriza por una “pluralidad de conflictos”. Todo escapa de la autoridad en el lugar, el desorden se convierte en endémico. La sociedad entra en “efervescencia”.
La efervescencia no es la revolución. Es una fase, un momento, con un principio y un final (el enfriamiento) cuando el medio “ya no es combustible”. Cuando la efervescencia decae, ya no son los mismos los que están al mando (Robespierre fue substituido por Napoleón, Trotsky por Stalin, Balbo por Mussolini).
La situación revolucionaria y la efervescencia involucran a las “masas”. Son coagulaciones momentáneas, las tropas de las revoluciones. Para dirigir a las masas, darles un sistema nervioso, los jacobinos y luego Lenin (en una forma mucho más eficiente) desarrollaron el instrumento del partido.
Lo que los leninistas llamaron “la radicalización de las masas”, es una tendencia hacia la politización de las clases previamente conformistas y reacias a apasionarse sobre la cosa pública (ellos piden sobre todo al Estado que se haga cargo de su trabajo de Estado). Luego entra en una fase de efervescencia, “la sociedad es cubierta en todos los sentidos de reacciones emocionales intensas, como limaduras de hierro por una corriente magnética”.
Las situaciones de alarma aparecen al frente de la escena de las élites violentas: los “heterogéneos subversivos”, irregulares y marginales que no son detenidos por las barreras habituales. Ayudan a dar al movimiento su resistencia a la ruptura.
En una situación revolucionaria, la deficiencia y la dolorosa necesidad de poder, puede arrojar – en el camino hacia la revolución – los elementos sociales que aspiran al orden. “Llega un momento cuando los Arditi, los jóvenes lasquenetes del Baltikum, antes vistos como renegados, no parecen más de cuidado, sino que tranquilizan a la parte más homogénea de la población. Ellos parecen encarnar, a través de la desgracia, los valores del coraje, de la valentía y del carácter sin el cual no será un gran país… Incluso aquéllos que no son sus simpatizantes piensan que debería permitírseles experimentar”. Es un buen resumen de las situaciones históricas de excepción. Pero como Monnerot precisa, la “situación histórica” es una que no se ve jamás dos veces.
¿Entramos en una “situación histórica”, en la Francia de 2013? Todavía no, por supuesto. Pero los signos atestiguan que se puede avanzar hacia esta situación imprevista. ¿Irá hasta el final de sus promesas? Es demasiado temprano para pronunciarse. Pero nada es imposible.
Traducción por Francisco Albanese.
Enlace original: http://www.dominiquevenner.fr/2013/04/comment-naissent-les-revolution/