S.V

Mayhem en Espacio Marina, Talcahuano. 18.03.2023.

Día viernes, en uno de los últimos estertores de un verano agonizante. Los sentidos se agolpaban a los tímpanos y a las pupilas oculares para absorber la mayor cantidad posible de estimulantes antes de que arribara el frío y gris otoño en la bahía de Concepción. Summer dying fast, como diría el tan vilipendiado vampiro de Ipswich. Movidos inconscientemente por el mismo parecer, en diversos puntos de la provincia de la capital de la Región del Bio-Bio las Hordas de poleras negras se movilizaban para contemplar no una misa negra, sino algo más oscuro, un ritual al dios Satán, brotado de las mismas alcantarillas del paganismo más visceral.

Nos reunimos en un barrio mayoritariamente blanco, de jubilados, en el asiento donde se erigió la Real Audiencia y la Universidad Pencopolitana en el siglo XVII. Corría el vino tinto en botella y Royal Guard por las sedientas gargantas, al mismo tiempo que sonaba S&M en el tocadiscos. Nos perdimos a las bandas teloneras por un motivo completamente razonable: se nos calentó el hocico. De todas formas, Heresiarca y Radamanthys, si bien buenas bandas locales, creíamos que no eran acordes a la ocasión. Teníamos la esperanza de que Futhan de Temuco viniera a calentar motores, pero mejor suerte para la próxima. A eso de las 8 tomamos el auto y nos dirigimos al galpón que el casino Espacio Marina tiene habilitado para estas ocasiones. Un local amplio, limpio y elegante que, sorprendentemente, los metaleros de la zona cuidaron bastante bien. Entramos y a lo que vinimos: comprar cerveza en la barra habilitada para la ocasión. Se suma a mi lista de gloriosos locales como la Blondie y el Cariola en Santiago, Havana Club en Concepción, y Club Kamaleón y Puerto Madero en Temuco donde puedes presenciar shows bajo los efectos del éxtasis de Dionisio.

21:01 y comienza la intro de los noruegos. Los dos ghouls a las guitarras con una presencia en el escenario que un sujeto de 50 años no puede imitar entrando como un piquete de motosierras. Necrobutcher con un pelo agonizante en el bajo haciendo retumbar el local y un Hellhammer que, fiel a su estilo, no se dejó ver tras la nube de humo, tal como en Temuco el 2018. Los ¾ de venue lleno, un margen de público más que decente, se agolpaban a las vallas papales.

Sonaron los acordes de “Falsified and hated”, quinta canción de su último disco, Daemon, del 2019. En mi opinión, una vuelta al camino más tradicional, dentro de los parámetros de la banda, camino que habían abandonado después del gran trabajo que fue Chimera, una obra maestra poco valorada. En otras palabras, lo mejor que han sacado desde el Mysteriis. Y este es un punto interesante. A diferencia de las dos otras veces anteriores en que los había visto tocar (Kmasu Premiere, Santiago, 2019 y Puerto Madero, Temuco, 2018), donde venían con el tour del Mysteriis dom. Sathanas, en esta ocasión tocaron todo de su discografía, desde el Deathcrush ep hasta, por supuesto, su último trabajo, pasando incluso por el Grand Declaration of War, dejando en claro que la banda no vive sólo de viejas glorias y que su historia trasciende a los ya conocidos episodios de asesinatos en la primera mitad de la década de 1990.

El sonido tendía a acoplarse, pero se entendía, al contrario del año 2016. Por lo que supe, en el concierto en el Cariola (como es clásico en ese teatro con los actos de metal extremo), fue mucho peor, así que puedo concluir que se debe al mismo sonidista de la banda.

Comienzan posteriormente los acordes de “To daimonion”, del Grand Declaration of War, disco que no es de mi agrado totalmente, pero que marca el inicio de la época experimental de la banda, la cual ha influido de sobremanera a la ola de black metal posterior a los 2000. Señores, estaba escuchando historia. Siguieron el temón “Malum” y “Bad blood”, de su última placa. El ‘No fun, No mosh, No Core, No Trends’ se dejaba completamente de lado y Euronymous se retorcía en su tumba. “Symbols of bloodswords” decía “presente” en nombre del Wolf’s Lair Abyss, trabajo en el que Maniac hace su performance más brillante. Todo esto, mientras el humo y las luces azules insertaban a la audiencia en un pasaje atemporal donde lo tenebroso hacía a un lado toda doctrina de la luz y esperanza. Esto ya no era paganismo siquiera, era una adoración a todo lo oscuro del ser humano. Mención aparte requiere Attila Csihar. Ataviado con harapos cual franciscano después de una temporada en el infierno, con adornos de soga y cruces invertidas, un corpsepaint que mezclaba a un espectro combinado con un chupacabra, y a movimientos en el escenario que se asemejaban a un derviche girador celebrando su matrimonio con Dios (es decir, su muerte, en términos sufíes), perdiéndose en las profundidades del Asia Central ancestral, blanca y chamánica. Y es que, a esa altura, ya estábamos todos con la consciencia alterada. Hacía su entrada luego “Voces ab alta”, de su último ep, y luego la tetralogía del De Mysteriis, las infaltables “Freezing moon”, ”Pagan fears” (‘the past is alive, the past is alive’, proclamaban los sureños con los puños en alto), “Life eternal”, “Buried by time and dust”. Luego, las frías luces azules daban paso a las intensas luces rojas y, despojándose de las túnicas, los músicos, o esta altura ya oficiantes de una ceremonia sacada de las catacumbas podridas del Vaticano, cerraban con la brutalidad gore de los primeros tiempos: “Deathcrush”, “Chainsaw gutsfuck”, “Carnage” y “Pure fucking Armageddon”. Qué decir: literal se me voló una lata de cerveza.

Setlist brutal que repasó todos los momentos de su carrera. El pasado está vivo y la oscuridad jamás se termina. Mientras nosotros nos subimos el auto y nos dirigimos a la botillería más cercana.