Francisco Javgzo

Murderworld: La casta de los metabarones de Alejandro Jodorowky y Juan  Giménez | Comics | Ouroboros World

Por una cuestión de contingencias políticas más que de cercanías ideológicas, durante la segunda mitad del siglo XX, las diferentes vertientes del nacionalismo (es decir, todo lo que huela a él) han estado en una suerte de frente común con el conservadurismo, casi hasta el punto donde no es posible diferenciar cuándo una iniciativa o idea está elaborada desde un enfoque nacionalista o desde un enfoque conservador. Por lo anterior, y porque en términos de colonización ideológica el conservadurismo ha tendido a pesar más (ya que políticamente tiene más adherentes y tiene más llegada entre las bases –debido a que sus causas son más digeribles), las vertientes nacionalistas han terminado adoptando las causas del conservadurismo hasta volverse irrelevantes como fuerza política e ideológica. Como ejemplo de lo anterior, en Chile, para el ciudadano común no hay mayor diferencia entre un nacionalista y un votante del Partido Republicano; por supuesto que esto está cimentado sobre una cama de prejuicios, pero dicha cama no existiría si no hubiera algún tipo de relación respecto de la realidad, distorsionada o no.

El surgimiento de la Nueva Derecha en Francia, pese a estar inspirada ideológicamente en la Revolución Conservadora alemana, permitió a las nuevas corrientes del nacionalismo de carácter étnico –ahora denominado como identitarismo– desprenderse metapolíticamente del conservadurismo propio de las posturas Junker como también desligarse de las ataduras de la Modernidad. Mientras el conservadurismo tiene un enfoque en la preservación de la Gesellschaft y sus derivados (lo que permite darse ciertas licencias respecto de la sociedad multirracial y multiétnica, apuntando a la conservación de instituciones como el bien superior sin importar mayormente la persecución de los intereses étnico-genéticos de algún grupo en particular), el identitarismo está enfocado principalmente en el cuidado y protección de la Gemeinschaft.

Rebelándose contra las ideas subyacentes a las causas políticas posicionadas por el conservadurismo, el identitarismo dio una nueva lectura crítica a las causas defendidas tradicionalmente, cambiando las posturas: si bien el fondo no tuvo mayores alteraciones –con la supervivencia del Volk como bien supremo –, sí las hubo en las formas. De esta manera, posturas respecto de métodos de planificación familiar (i.e., aborto y métodos anticonceptivos), matrimonio, uso y abuso de drogas y estupefacientes, ingeniería genética, transhumanismo, libertad religiosa, sexualidad, identidad de género, etc. pudieron ser vistas desde miradas más cercanas –tomando el compás político desde libertarianismo a autoritarismo – a la Izquierda.

Christopher Columbus '˜was a freckly Scot called Pedro' | The Scotsman

La aparición de Arqueofuturismo de Guillaume Faye vino a visibilizar aún más el quiebre con el conservadurismo dentro de la Nueva Derecha. En la conciliación de los polos arcaísta y futurista a través de la lógica de ‘y’ en vez de ‘o’, Guillaume Faye exponía cómo las dimensiones del arcaísmo y futurismo tenían a su vez polos dionisíacos y apolíneos: Lo arcaísta –en su polo dionisíaco– era telúrico y estaba enlazado a las fuerzas inmemoriales y a la fidelidad del archè, mientras que el polo apolíneo estaba fundado sobre la sabiduría y la permanencia del orden humano. A su vez, el futurismo era apolíneo en su proyecto soberano y racional de transformación del mundo pero también, tomando en cuenta la movilización estética y romántica de la energía pura, dionisíaco.

Mientras que las ideas arqueofuturistas no sólo no son opuestas a la ingeniería genética y al transhumanismo sino que las promueven pues Faye identifica el alma fáustica de Europa en el desafío de las ataduras de lo establecido, tanto el conservadurismo de la modernidad democrática como el progresismo más igualitario encienden alarmas respecto de las ideas “peligrosas”. Fukuyama piensa que si nuestra naturaleza fuera alterada por medios tecnológicos (como propone el transhumanismo), los seres humanos quedarían sin punto de apoyo, sin un marco de referencia estable para definir derechos y valores. 

En Arqueofuturismo, Faye entiende que

[l]os nacimientos artificiales en incubadoras, los robots biotrónicos inteligentes y “parasensibles”, cuasihumanos, las quimeras (síntesis hombre-animal cuya patente ya ha sido registrada en los Estados Unidos), los “manipulatos” u hombres transgénicos”, los nuevos órganos artificiales que multiplican las facultades naturales, la creación de superdotados o de superresistentes por medio del eugenetismo positivo, las clonaciones, etc., van a hacer temblar la vieja concepción igualitaria y sacral del ser humano, aun con más fuerza que Darwin y las teorías evolucionistas. (…) Son todas las definiciones de lo humano, de lo viviente y de la máquina las que tendrán que ser reformuladas.[1]

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Por otro lado, los argumentos de la crítica (publicada en la revista Foreign Policy) de Fukuyama al transhumanismo provienen de una profunda esencia liberal democrática e igualitaria:

Subyace a esta idea de igualdad de derechos la creencia de que todos poseemos una esencia humana que eclipsa las diferencias manifiestas de color de piel, belleza e incluso inteligencia. Esta esencia, y la opinión de que los individuos tienen por tanto un valor inherente, es el núcleo del liberalismo político. Pero modificar esa esencia es el núcleo del proyecto transhumanista.[2]

Como Fukuyama piensa que la naturaleza humana es lo que define los valores más básicos, la naturaleza humana, entonces, determinaría y limitaría los posibles modelos de regímenes políticos. Por tanto, la existencia de una tecnología lo suficientemente poderosa para lograr la transformación humana tendría consecuencias nocivas para la democracia liberal al destruirse la esencia de lo humano, que fue lo que hizo posible el nacimiento de la sociedad moderna. Destruir la esencia de lo humano –y también de la igualdad– destruiría, entonces, a la democracia misma. Como el mejoramiento humano traería la eliminación de dicha esencia humana única y la ruptura del principio de igual dignidad de una democracia, la existencia de una democracia que limite el poder que transciende lo humano se vería en riesgo de extinción, ya que la nueva humanidad (la que conviviría con la vieja humanidad en presencia de una desigualdad mayor a la existente anteriormente) estaría enfocando sus nuevas búsquedas más allá de las fronteras de lo biológico. No obstante, aunque se transgredieran los ‘límites de la humanidad’[3], Fukuyama teme a que esto permita la exploración de las cualidades mismas que han surgido a partir de la naturaleza y el ser humano, es decir, la desigualdad y la jerarquía:

Si añadimos las implicaciones para los ciudadanos de los países más pobres del mundo, para quienes las maravillas de la biotecnología estarán probablemente fuera de su alcance, la amenaza a la idea de igualdad se hace aún más amenazadora.

The Saturn V Rocket

La ingeniería genética, el transhumanismo, reprogenética, la eugenesia y otras dinamitas tecnológicas, ‘satánicas’ y prometeicas contra la vida y el ‘orden natural’ podrían eventualmente ser empleadas para mejorar al ser humano y, en consecuencia y presencia de autoconciencia étnica y delimitando el espacio de la mismidad identitaria, permitirle que pueda mejorar su propia Gemeinschaft, adaptándose con éxito a los futuros desafíos climatológicos y planetarios. O, tal vez, interplanetarios.

Tal como ocurre con la inevitabilidad del capitalismo –donde el identitarismo eurocolonial (dejando de lado las viejas consignas nacionalistas/patriotas que fueron acuñadas para un mundo que aún no se globalizaba y que, además, fueron acuñadas para realidades sociales, demográficas y geográficas más favorables) debe enfocar sus esfuerzos no para frenarlo, sino para crear un sustrato ideológico y cultural para que la existencia de dicho modelo económico pueda ser canalizada de manera beneficiosa para la Gemeinschaft de interés, incluso por encima de los beneficios para la Gesellschaft en su extensión (el identitarismo es y debe seguir siendo etnocentrista y seguir teniendo el objetivo moralmente superior de la protección y preservación del endogrupo)–, el identitarismo debe, por una cuestión de supervivencia, conducir sus esfuerzos para realizar una lectura etnocéntrica y eurocolonial de las “ideas peligrosas”, entendiendo que estas ideas no sólo no son contrarias al hombre eurodescendiente, sino que brotan de la misma fuente que impulsó al hombre a procesar la carne usando el calor del fuego, a cruzar el Atlántico en busca de nuevas conquistas, y a aventurarse en lo desconocido de la noche eterna para emprender la conquista del espacio.

Notas.

[1]  Faye, G. 1998. L’Archéofuturisme, L’Aencre. Traducción inglés: Archeofuturism, Arktos, 2010.

[2] Fukuyama, F. 2004. “Transhumanism – the world’s most dangerous idea”. Foreign Policy.

[3] «Cuando el Sagrado/Padre primordial,/con mano displicente,/desde las rodantes nubes/rayos de bendición/siembra en la Tierra,/beso yo el último/borde de su vestido,/con pueril espanto/hondo en el pecho.

Pues con dioses/no debe medirse ningún hombre./Si él se eleva hacia arriba/y roza/con la coronilla las estrellas,/a parte alguna/se adhieren entonces/las inseguras suelas,/y con él juegan/nubes y vientos.

Si él está de pie/con firmes y robustos huesos/sobre la tierra,/permanentemente afirmada,/no alcanza/a igualarse siquiera/con la encina o con la parra.

¿Qué distingue a Dios/de los hombres?/Que muchas olas/caminan ante aquéllos,/una corriente eterna./A nosotros nos eleva la ola,/y nos hundimos/si la ola asciende.

Un pequeño anillo/limita nuestra vida,/y muchas generaciones/continuamente se alinean/en la cadena infinita/de su existencia.»

Goethe, W. 1821. «Límites de la Humanidad».