
«Cuando el hermoso Anfortas, que me había enviado esos regalos, perdió el amor y la felicidad, temí el oprobio, pues Clinschor domina el arte de la nigromancia y somete con sus poderes mágicos a las mujeres y a los hombres. No deja sin dolor a nadie noble.«
No desconocida para los interesados en el mito artúrico es la figura de Klingsor (o Clinschor, como aparece mencionado por Wolfram von Eschenbach), mago dueño del Castillo de la Maravilla, y contraparte de Amfortas. Rechazado por la Orden de Caballeros al ser sorprendido por Titurel tratando de apoderarse del Grial, Klingsor decide vengarse, y realiza sacrificios para profundizar sus conocimientos y poderes en la magia negra. Con estos poderes, Klingsor logró desviar a varios caballeros de su recto camino, capturándolos para su servicio.
Para el mito artúrico, el Grial no se reduce tan sólo a la reliquia sagrada (objeto físico) que hace conjunto con la Lanza Sagrada, sino a un camino de purificación, piedad, sacrificio e iluminación del Caballero de la Orden. Por esta razón, no basta con la posesión del Grial, sino que este debe ser detentado por un individuo iniciado y preparado para el poder que otorga la reliquia.
Klingsor camina por un sendero peligroso, y si no lo logra comprender, puede destruir al adepto en su camino a la individuación. La vía de la desintegración, con su práctica del antinomianismo, utiliza para sus fines la fuerza centrífuga (tamas) dentro de su trabajo, una poderosa herramienta en las manos no preparadas en el Sendero de la Mano Izquierda. Respecto a esta guna, en The Myths and Gods of India, Alain Daniélou menciona que
usa el poder de la Naturaleza, las pasiones e instintos del hombre, para conquistar, con su ayuda, el mundo de los sentidos. . .
Esta vía conduce directamente desde lo físico a lo abstracto porque . . . la tendencia descendente está a ambos extremos de lo manifestado, por tanto, puede utilizar incluso el erotismo y la embriaguez como medios de logro espiritual.
Proveniente de la franquicia Karate Kid, la serie Cobra Kai ahonda un poco más en las dinámicas y enseñanzas del dojo de karate Cobra Kai, escuela fundada por el ex-capitán de ejército John Kreese, veterano de Vietnam. A diferencia del karate defensivo practicado por la escuela Miyagi-Do Karate, la escuela Cobra Kai fomenta enseñanzas que apuntan a incrementar el poder ofensivo de sus adeptos:
Golpear primero.
Golpear fuerte.
Sin piedad.

Al igual que en el camino de Klingsor, el hechicero y nigromante, «el camino del puño» (es decir, las enseñanzas de Cobra Kai) entrega al iniciado conocimientos para los que no está preparado, puesto que no ha hecho énfasis en el desarrollo espiritual del individuo, quedando éste vulnerable a ser consumido por las mismas armas y poderes que maneja desconociendo su potencial. La sed de venganza y poder es el motor de Klingsor y su motivación a sumergirse en las oscuras e ilícitas aguas de la hechicería, y también es el motor que mueve a Cobra Kai en su vengaza contra el mundo, su respuesta violenta contra lo que se considera injusto (es decir, las pasiones del hombre, como indica Daniélou).
Como Klingsor, Kreese tiene un pasado de sufrimiento y dolor, que de alguna manera lo termina castrando (la pérdida de la mujer que amaba le causa un dolor que arrastra y lo endurece). Dependiendo del autor, Klingsor se castra a sí mismo o es castrado por un rey, dejando relegada esa parte de su existencia, enfocando su atención en la instrucción de las artes mágicas–este vamachara significado por las oscuras y destructivas diosas Durga y Kali. No obstante su peligrosidad, esta vía puede conducir a la liberación.
Al no estar desprovistos de sus pasiones humanas, Klingsor y Kreese son esclavos del poder que detentan sin comprender ni dimensionar la magnitud de éste: pueden destruir con sus artes, pero no son capaces de frenar sus impulsos por un fin ulterior y trascendente (se rehúsan a caminar por el dakshinachara, pero deambulan por un vamachara incompleto e insuficiente). Posicionan sus artes (marciales o mágicas) al servicio de sus trancas no superadas, arrastrando a otros consigo en su vorágine que va contra los preceptos del Grial y el Karate, incluso atacando a los suyos (por ejemplo, a Johnny Lawrence, quien será analizado en una próxima columna) y destruyendo su propio espíritu, al mismo tiempo que actúan convencidos en que las artes que abrieron cual caja de Pandora están al servicio de sus intereses personales–nada más alejado de la realidad.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/VF6SQKOXUZEO7N4R56SKP5JCPQ.png)