S.V

Después del resultado electoral del pasado 25 de octubre, la sociedad chilena ha dado un salto al vacío en términos políticos. En esta página, tanto este año como el 2019, se han analizado a grandes rasgos las eventuales consecuencias y también los significados del estallido insurreccional de octubre del año pasado. ¿Qué viene ahora? Dadas la más que probable composición de la convención constituyente, en términos políticos es posible que veamos disminuida las potestades del cargo de Presidente de la República y aumentadas las del Congreso. En lo económico, un Estado de bienestar a la latinoamericana (es decir, a la argentina). Y, con el tan vilipendiado y tan poco comprendido artículo 19 de la Constitución fuera de la ecuación, un Estado cada vez más intrusivo en la vida de los individuos.

Fácil es caer en la excusa de la falsa soberbia de planear restarse de todo tipo de debate al situarse, infundadamente, en un pretendido púlpito desde el cual se pretende observar todas aquellas cosas lejanamente terrenales que afectan a los mortales. La verdad de las cosas, nuestra Identidad corre un grave peligro. De cumplirse los sueños húmedos de los izquierdistas, no habrá libertad de educación que permita a los criollos inscribir a sus hijos en establecimientos educacionales privados en donde no se imparta (o por lo menos no como lo dispone la autoridad) el contenido educacional ordenado por el Estado, en donde lo más probable es que la identidad de género y la culpa blanca estén a la orden del día. Al no existir el principio de subsidiaridad, no existirán agrupaciones civiles en donde los criollos puedan desarrollar actividades de forma separada, sino que todo contenido y finalidad será observado y determinado por el Estado y su espíritu colectivista y aglutinante. Algunos descolocados creen que este nuevo proceso constituyente permitirá los grupos indígenas autoidentificarse como algo aparte a los “chilenos”, lo cual, por lo tanto, permitiría diferenciar a ciertos grupos étnicos de forma oficial, comenzando un eventual proceso de diferenciación de identidades. Eso es simplemente tener un serio problema de contexto. La Izquierda utiliza a los grupos indígenas como un instrumento más en su lucha por acceder al poder. En la realidad, no les interesa su Identidad, sino desestabilizar las instituciones, hasta que ellos lleguen al poder, claro. ¿Cuántas célticas vieron en las marchas multitudinarias? ¿A cuántos dirigentes políticos escucharon a favor de la Identidad europea en Chile? Nunca se trató de las Identidades, sino de darle al Estado chileno un carácter derechamente indígena, en vez del mestizo que ya tiene. Con la muerte del Cabo Nain y los diversos ataques que han sufrido mapuches en el sur a manos de militantes de la CAM, queda claro que la Izquierda no mide con la misma vara a todos los indígenas.

¿Dónde entra la Identidad blanca en todo este tema?

Si no se consagra el derecho a la libertad de educación en la nueva Carta Magna, ¿en qué lugares educaremos a nuestros hijos, cuando más que probablemente en los establecimientos públicos (los únicos que existirán), sólo se enseñe la historia indígena? Si no se consagra la libertad de opinión, ¿dónde podremos expresar ideas como las nuestras, teniendo siempre claro que el identitarismo blanco es visto como malvado supremacismo, mientras que el resto es considerado como una expresión de justicia social? ¿Podrán llevarse a cabos ideas similares a Orania si es que no se reconoce ni se protege el derecho de propiedad, y sin un régimen impositivo asfixiante?

Chile empieza a desandar un paréntesis de progreso sin parangón en su historia. Las masas mestizas reclaman lo que, por cantidad, les pertenece. El modelo “neoliberal” y el régimen de libertades, única posibilidad político-jurídica que tenían los criollos para desenvolverse y tener aunque fuese la más mínima posibilidad de reencontrarse consigo mismos, tiene sus días contados. La India actual, producto de las invasiones arias, tuvo una población blanca más o menos diferenciable durante siglos, pero, si bien hoy en día aún quedan vestigios genéticos de eso, cuando uno piensa en India no se imagina lo que un día fue. El futuro de Latinoamérica (y me atrevería a decir ya de todo el continente) será exactamente el mismo.