Más allá de las acciones realizadas por Brenton Tarrant, en las cuales dos mezquitas fueron atacadas en Nueva Zelanda, dejando un saldo de 49 muertos, es necesario hacer revisión de su manifiesto, titulado The Great Replacement, para la comprensión de sus motivaciones, de la misma manera en que fue revisado en una vez anterior El Manifiesto de Dylann Roof.
El solo título del manifiesto ya es decidor “The Great Replacement” (“El gran reemplazo”). Este título es homónimo al del libro de Renaud Camus (2011), en el cual el autor francés plantea el hecho de un recambio demográfico progresivo (aunque acelerado) de las poblaciones europeas, principalmente por stocks afro-magrebíes. Si bien Renaud Camus ha manifestado su rechazo a los actos cometidos por Brenton Tarrant[1] e incluso la no comprensión por parte de este último respecto de su libro, lo cierto es que Tarrant comprende la idea del reemplazo demográfico, independiente si leyó o no el libro de Camus (que fue citado por Dominique Venner y Guillaume Faye, entre otros). Renaud Camus eleva una voz de alerta ante el reemplazo demográfico, que ve como una fuente de violencia y agresión, razón por la cual rechaza los actos de Tarrant, ya que justamente son un ejemplo de la violencia desprendida de esta colonización no europea.
La introducción del Manifiesto ofrece una mirada general y refleja la motivación a la escritura del texto mencionado: tasas de natalidad; incrementar las tasas de natalidad europea (y eurodescendiente) para revertir la extinción blanca[2] ocurriendo a causa de un genocidio[3][4], del cual el gran reemplazo es uno de los mecanismos que lo permiten.
Todo el manifiesto está impregnado de una visión identitaria, donde la situación de los pueblos blancos es abordada de forma global, a pesar de no estar ocurriendo en este momento actos o atentados como los ocurridos en Europa, que luego se transforman en reacciones de Facebook con la bandera del país atacado en la foto de perfil.
To take revenge on the invaders for the hundreds of thousands of deaths caused by foreign invaders in European lands throughout history.
To take revenge for the enslavement of millions of Europeans taken from their lands by the Islamic slavers.
To take revenge for the thousands of European lives lost to terror attacks throughout European lands.
Esta identificación global, alotópica, donde la sangre pesa más que el suelo (casi como una pasión telúrica en exilio), es el vínculo que conecta la sensibilidad de Brenton Tarrant, australiano residente en Nueva Zelanda, con Ebba Akerlund, niña de 11 años muerta en 2017 en un atropello intencional –en nombre del Daesh– en Estocolmo, Suecia. No es un asunto de solidaridad patriótica, de suelo, sino que una solidaridad racial y cultural que transciende estados y continentes.
Aunque con una percepción algo exagerada del impacto que puede llegar a tener su manifiesto, Tarrant muestra preocupación por asuntos más allá de las fronteras de Nueva Zelanda (país que lo hospeda) y Australia (su país natal), como lo es el hecho de aspirar a que la OTAN vuelva a ser un conglomerado europeo, volviendo a colocar a Turquía como un enemigo de Europa (enemigo, no adversario).
To drive a wedge between the nations of NATO that are European and the Turks that also make a part of the NATO forces, thereby turning NATO once more into a united European army and pushing the Turkey once more back to the true position of a foreign, enemy force.
Esta categorización permite distanciar a un grupo de otro, protegiendo a los pueblos que están dentro de las fronteras de la identidad –o más cercanos en cuanto a parentesco étnico-genético–. Esta protección tiene distintas dimensiones.
Una de estas dimensiones es biológica: la de la protección genética y cultural al volver al otro, en este caso, los turcos, extranjero al grupo cuya identidad genética quiere ser conservada, pues la identidad genética, que es inherente a la diferenciación del grupo dado, es sinónimo de supervivencia del grupo como unidad diferenciada respecto del resto de las unidades que puedan existir en un espacio físico. La procreación, es decir, la replicación de las formas de vida, permite a la nueva generación la posibilidad de entrar en el drama por la adaptación y así asegurar el éxito temporal del grupo (una sumatoria de ontogenias). El sustrato genético otorga la continuidad biológica al grupo, por lo que la exclusión del otro aumentaría las probabilidades de traspasar al grupo las características del endogrupo. Romper con la categoría de enemigo respecto del otro, i.e., humanizar al enemigo, se traduce en el aumento de probabilidades de asumir al otro como un igual, y con ello se aumentan las probabilidades de experimentar la introducción de un flujo genético y cultural de un pueblo con menor parentesco étnico-genético. Mientras que manteniendo inbreeding (cruzas intragrupos e intergrupos con parentesco étnico-genético cercano) se aseguran elevadas probabilidades de mantener las características del endogrupo para las próximas generaciones, la entrada de genes de un exogrupo disminuye las probabilidades para el endogrupo, y aumenta las probabilidades para la aparición de características del exogrupo. De esta manera, y mediante un flujo en aumento de individuos –y, por tanto, de genes– no-europeos hacia el interior del territorio europeo, unido a las bajas tasas de natalidad europeas, se acentúa el efecto del cambio demográfico dentro de Europa.
Dicho recambio demográfico no es una teoría de la conspiración, como podrían acusar algunos, sino algo real y posible. Por ejemplo, América experimentó un “blanqueamiento” (la entrada de genes europeos) de sus pueblos tan sólo con un puñado de hombres (cada individuo de sexo masculino tiene una capacidad de reproducirse de forma casi ilimitada. Prácticamente, la única limitación podría ser una cuestión etaria o el acceso a las hembras para copular).
La otra dimensión inherente a la categorización de enemigo es la de la explícita y tangible posibilidad de la destrucción física de seres humanos por parte del otro, del enemigo, de la posibilidad de, en algún momento, librar una guerra, que es la manifestación última de la enemistad, así como la enemistad es la precondición del estado de guerra.
En palabras de Carl Schmitt,
Al concepto de enemigo y residiendo en el ámbito de lo real, corresponde la eventualidad de un combate. (…) La guerra es el combate armado entre unidades políticas organizadas; la guerra civil es el combate armado en el interior de una unidad organizada. (…) Al igual que la palabra “enemigo”, la palabra “combate” debe ser entendida aquí en su originalidad primitiva esencial. No significa competencia, ni el “puramente espiritual” combate dialéctico, ni la “lucha” simbólica que, al fin y al cabo, toda persona siempre libra de algún modo porque, ya sea de una forma o de otra, toda vida humana es una «lucha» y todo ser humano un “luchador”. Los conceptos de amigo, enemigo y combate reciben su sentido concreto por el hecho de que se relacionan especialmente con la posibilidad real de la muerte física y mantienen esa relación. La guerra proviene de la enemistad puesto que ésta es la negación esencial de otro ser. La guerra es solamente la enemistad hecha real del modo más manifiesto. No tiene por qué ser algo cotidiano, algo normal; ni tampoco tiene por qué ser percibido como algo ideal o deseable. Pero debe estar presente como posibilidad real si el concepto de enemigo ha de tener significado.[5]
La presencia de Turquía dentro del pacto obedece a una cuestión estratégica, tanto militar como económicamente. Ubicado entre dos continentes y con acceso a tres mares, la Europa democrática y liberalizada –y del fin de la historia, también– ha incorporado a Turquía dejando de lado las diferencias del pasado, priorizando la posición geopolíticamente importante que posee dicho país. Sin embargo, no sólo se trata de un país cuya identidad es distante a las identidades de los pueblos europeos, sino que también de un país que ha presentado enemistad (precondición del estado de guerra) con Europa a lo largo de muchos siglos.
Nuevamente Carl Schmitt:
En ella [la guerra] el enemigo existe aún cuando las inmediatas y agudas hostilidades y las operaciones bélicas hayan cesado. Bellum manet, pugna cessat.[6]
Notas.
[1] https://www.france24.com/en/20190315-french-great-replacement-writer-denounces-appalling-nzealand-attack
[2] https://pancriollismo.com/2015/10/06/extincion-blanca/
[3] https://www.counter-currents.com/2015/10/genocidio-blanco/
[4] https://derecha-alternativa.com/2018/01/26/sobre-el-nacionalismo-blanco-supremacia-blanca-y-genocidio/
[5] Carl Schmitt, El Concepto de lo Político.
[6] Íbid.
La única solución al problema de las identidades nacionales es realizar la revolución, esto es derribar los estados, los partidos. políticos acabar con el capitalismo tanto el privado como el estatal.
Organizar la sociedad desde abajo, no debemos creer en el capitalismo, comunismo, fascismo, nazismo, anarquismo, etc. Todos estos ismos están puestos por el sistema. Debemos volver a la comunidad a la tribu, eliminar el consumo, realizar un ser humano con valores y principios, no a la mierda de la economía de libre mercado, eliminar el uso del dinero que se le da actualmente que oprime y enferma a la sociedad
Primero el estado capitalismo tanto de derecha como izquierda se va a cargar a los blancos, después vendrán las otras razas.
Sres despierten, sáquense de su cabeza sus ideas que les a impuesto el sistema. Esto no se trata de la raza blanca. islam, sionismo, conspiración, izquierda, derecha etc.
Para terminar les recomiendo que vean y lean a Heleno Saña , Camus, los clásicos de la antigüedad.
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Me gustaría recomendarles la siguiente lectura para que comprendan el problema que estamos sufriendo como civilización de un gran humanista que es Don Felix
Rodrigo Mora. Saludos
https://www.portaloaca.com/opinion/7828-estudio-del-estado.html
https://docs.google.com/file/d/0B-ytYisS9kGgTTJiTnRYTkQxNUU/edit
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