Por Jack Donovan

Si la identidad tribal es todo lo que importa, entonces en ausencia de una identidad tribal nada importa realmente. Sólo hay caos y desorientación, confusión y ansiedad, arbitrariedad de acción y un vacío sin raíces.

Los gobiernos modernos y las corporaciones occidentales – una colaboración sinérgica entre entidades independientes que operan a nivel internacional buscando su propio beneficio a la cual designaré colectivamente como “El Imperio de la Nada” – se preocupan principalmente de facilitar el comercio internacional, así que les conviene incentivar el universalismo moral. Por universalismo moral, me refiero a aplicar los mismos principios morales a todo el mundo, tratando a todos como si pertenecieran al grupo propio.

Es el interés del imperio el desincentivar el sentimiento de identidad exclusiva, tribalismo e incluso el nacionalismo en cualquier sentido que sea práctico en un área en particular y en un momento determinado. Se espera que los acomodados pueblos occidentales tengan los brazos más abiertos a minorías desplazadas, desheredadas y decididamente más tribales, y que se los reciba con los brazos abiertos al rebaño global, ayudándolos a asimilarse al estilo de la sociedad occidental de consumidores.

Cualquier vestigio de sentido de identidad social aún presente en los hombres occidentales, cualquier deseo de observar y mantener fronteras sociales o de proteger perímetros, es altamente condenada tanto por los gobiernos occidentales como por la cultura corporativa. La identidad racial, religiosa, el nacionalismo e incluso la identidad sexual se están volviendo cada vez más un tabú entre los hombres blancos occidentales. Se espera que los buenos, modernos y civilizados hombres blancos purguen de sus corazones y mentes cualquier rastro de un natural tribalismo humano que pueda impedir que la gente se sienta disconforme dentro del Imperio.

A pesar de los duramente utilizados subterfugios de “multiculturalismo” y “la diversidad es nuestra fortaleza”, la realidad subyacente es que dentro de unas pocas generaciones, cualquier cultura viviente se disolverá en una inocua y casi olvidada “herencia cultural” y los descendientes de los grupos separados e incluso intransigentes se volverán consumidores, votantes y empleados intercambiables. Si no lo hacen, terminarán siendo prisioneros, y eso también le agrada al Imperio de la Nada.

Mientras este proceso ocurre… a los hombres buenos y civilizados se les pide imaginarse a si mismos no como ciudadanos de una nación, sino como “ciudadanos del mundo”.

Se espera que los hombres buenos, modernos y civilizados se preocupen de toda la humanidad.

Se supone que deben preocuparse por la felicidad de todos y que deben proteger a todo el mundo del sufrimiento y la injusticia.

A los hombres buenos, modernos y civilizados se les carga con la expectativa de que de alguna forma deben volverse los guardianes de todo y de nada.

7.2 billones de almas luchando por sobrevivir… y se supone que nos debemos ocupar del destino de todas ellas – pero no demasiado.

Para cualquier persona, incluso un billón de personas puede considerarse un infinito número de personas. La mente humana no puede conceptualizar significativamente tal cantidad de monos. Sólo es un número. Si comenzaras a escribir ese número de personas – que son casi etiquetas sin importancia para enteros periodos de vida de pensamiento y experiencia humana – a un ritmo promedio de seis segundos por nombre, sin descansos y sin dormir, te tomaría alrededor de 190 años para escribir esa cantidad de nombres. No sabrías nada de esas personas, no recordarías nada más que un puñado de esos nombres, y habrías vivido y muerto por lo menos dos veces en la diabólica cámara de torturas en donde fuiste condenado a cumplir esa tarea. Y por supuesto, muchos habrán muerto y nacido durante ese tiempo. La población mundial se cree que será de 9,6 billones de personas para el 2050, según las actuales tasas de crecimiento. Para ese entonces, pobre y atormentado bastardo, sólo habrás podido escribir tan solo unos 178 millones de nombres.

Lo que de verdad significa preocuparse de todos en el planeta está tan fuera del alcance del poder de procesamiento del cerebro humano que podrías perfectamente estar hablando sobre percibir la eternidad o el espacio infinito u otro concepto del cual sólo podemos hablar en términos completamente abstractos y teóricos.

Percibirse a uno mismo en el contexto de billones de personas, y esto me lo imagino como un placer culpable entre las élites y otros que tienen una opinión muy buena de ellos mismos, debes dar un paso atrás y alrededor del mundo y ver a la gente como meros datos, porcentajes, montones de organismos microscópicos invisibles al ojo humano.

Si prefieres desesperarte, intenta imaginarte a ti mismo y al significado de tu vida en el contexto de sólo un billón de personas y preocuparse por ellos de igual forma. Es tan desorientante como flotar solo en el espacio. La humanidad universal abarca tanto que termina siendo nada colocarte a ti mismo entre miles de millones como colocarte en medio del vacío.

Ser uno entre miles de millones no es ser “iluminado”, es auto-negación. Es inhumano.

La unidad total es la muerte total.

Ahora, podría decirse que no se espera que alguien se preocupe tanto por personas que nunca ha conocido, y que uno debería concentrarse en tratar a la gente que uno encuentra en el día a día con una moralidad universal. Eso está mucho más a una escala humana y tendría mucho más sentido para nuestros ancestros , quienes por un largo tiempo ni siquiera estuvieron seguros acerca de la forma del planeta ni mucho menos del número de personas en él  o de lo que pasaba a tres mil o incluso a trescientas millas de distancia.

Sin embargo, este argumento se ve desacreditado por los objetivos de muchos movimientos  – o colmenas de estúpidos microorganismos, si prefieren – que buscan la justicia social  que trabajan para imponer valores globalistas, una moral universalista  y cualesquiera “derechos humanos” que inventen en gente que nunca conocerán. También se ve perjudicado por las organizaciones internacionales y por la farsa de la moral racional ofrecida por las guerras en ultramar.

“No podemos dejar que esta gente que nunca conocerás oprima a esta otra gente en Medio Oriente o en Vietnam o donde sea que nunca conocerás… por los ‘derechos humanos’.”

“Deberías ir a pelear hasta la muerte para arreglar eso por la ‘verdad’ o por la ‘justicia’ o… por lo que sea.”

Pero, para efectos de argumentación, digamos que eres un hombre bueno, moderno y civilizado que está totalmente dedicado a la erradicación de las injusticias sociales, del racismo, del sexismo y del clasismo. Estás comprometido en tratar a todo otro ser humano como parte de la familia. Vas a aplicar ideales tribales funcionales como la Regla de Oro[1] a todos los que conoces. Vas a presumir que todos son inocentes hasta que se pruebe su culpabilidad y los vas a tratar de la forma como quieres que te traten. Vas a ignorar los estereotipos – los que son perfiles informacionales de grupos de personas que pueden o no ser verídicos a un nivel individual – y tratar a todos como si estuviesen en tu grupo y como si tuvieran los mismos valores “humanos” básicos.

Este universalismo global hace a los hombres débiles, vulnerables y estúpidos.

Los investigadores dicen que el cerebro humano puede sólo mantener relaciones significativas con una cantidad que oscila entre 150 y 250 personas en un momento determinado, dependiendo del tipo de relaciones que consideres significativas. No puedes conocer bien a más personas que eso como para confiar en ellas. Todos los demás son extraños. Ahora bien, en un grupo cultural homogéneo, donde los códigos y valores sociales están normalizados, probablemente puedas darte el lujo de tratar a más personas como quisieras ser tratado, porque en teoría están jugando con las mismas reglas. Sin embargo, aún así tendría sentido tener cuidado al tratar con extraños, y si tu madre se preocupó por ti ya te habrá enseñado eso.

Sin embargo, en una zona pluralista o multicultural en donde hay tantas personas como grupos, muchos de los cuales tienen diferentes valores, códigos y lealtades, es mucho más probable que tu presunción generosa esté equivocada. Puedes elegir creer que todos realmente quieren paz y armonía o que todo lo que la gente realmente quiere es llevarse bien y seguir las reglas, pero tu creencia estaría equivocada. Elegir creer en algo no lo hace cierto.

Tácticamente hablando, tiene mucho más sentido asumir que la gente se comportará de acuerdo a sus indicadores y señales intra-grupales.

Tiene todo el sentido del mundo asumir que un negro caminando en la acera del frente vestido como el delincuente pandillero estereotipado se comportará como un pandillero. Está expresando su afiliación a un grupo determinado y se está identificando como un pandillero. Si estuviese usando un suéter con una camisa abrochada hasta el cuello sentado en una sala de clases de universidad no te preocuparías tanto. Puede que te equivoques sobre uno de ellos, pero en base a la información disponible, las probabilidades juegan a tu favor.

Evitar una eventual amenaza a la seguridad asumiendo que el negro vestido como pandillero es un atacante potencial es tan racional como ir a un campo de mierda y hacer el razonamiento inteligente de que al contingente de campesinos que te miran feo de verdad no le caes bien. Tus intenciones pacíficas no te hacen un miembro de ese grupo y a ellos quizás no les interesen tus intenciones. Tal vez decidan golpearte por deporte, de puro aburrimiento.

Parte del propósito de utilizar implementos religiosos es identificar miembros y separarlos de los extraños. Cuando alguien usa un sombrero o una prenda de ropa para identificarse religiosamente, parte de lo que está haciendo es señalar que es parte de otro grupo, de una subcultura dentro o separada de otro grupo. Está enviando un mensaje diciendo que tiene diferentes valores que tú y que les importa tanto el adherirse a los códigos de su grupo y el mantener una barrera entre los que pertenecen y los que no pertenecen que están dispuestos a despertar sospechas en ti. Son leales a un grupo y están orgullosos de ser parte de él. Están diciendo “No estoy en tu equipo”, o por lo menos “Primero soy de este equipo.”

Pero, en las pluralistas democracias occidentales, se les enseña a los hombres que es moralmente malo juzgar a un libro por su portada. A los hombres se les enseña que está mal realizar juicios a primera vista y que deben asumir el mejor escenario en vez de tomar decisiones basadas en el peor escenario. Incluso cuando alguien dice abiertamente que no está en tu equipo y que de hecho está actuando en tu contra, se te advertirá sobre llegar a conclusiones basadas en estereotipos.

Muchos hombres y mujeres occidentales están tan comprometidos con el universalismo moral que no importa lo que diga o haga la gente que pertenece a otros grupos. En vez de interpretarlo literalmente, tratan de bajarle el perfil o explicarlo o incluso asumir ellos la culpa.

“Vete a la mierda, blanquito.”

Deberíamos escuchar lo que trata de decir y tratar de entender lo que ha sufrido.

“Que se joda la policía.”

Quizás es una respuesta al injusto estereotipo racial y a la injusticia económica.

“¡Allahu Akbar!” [¡BUM!]

Quizás lo ofendimos.

No importa qué información se nos presente, muchos occidentales se han vuelto tan delicadamente deferenciales, tan comprometidos con el sueño alucinógeno lennonista de pene flácido de que “el mundo debería vivir como uno”, tan abrumados con la heredada culpa blanca, que colocarían el interés de todos y de cualquier persona antes que el suyo – que rechazarían evaluar de forma certera la información que se les presenta.

En la práctica, el universalismo moral – a veces perversamente llamado “humanismo” – se ha vuelto un catecismo secular de auto-negación y de capitulación espiritual. Como los penitentes religiosos, los universalistas se atormentan a si mismos por tener pensamientos impropios o poco amables sobre sus hermanos seres humanos. Y como los inquisidores, su rectitud los lleva a arruinar o destruir a cualquier hereje que se atreva a decir sus pensamientos pecaminosos en voz alta.

La información negativa sobre los inmigrantes y las minorías está tan tapada por los igualitaristas o es tan legalmente pernicioso hablar sobre ello en algunas partes de Occidente que la amable y bien intencionada nación de Suecia se ha convertido en la capital europea de las violaciones. En vez de enfrentarse al problema, los suecos evitan el asunto, evadiéndolo a tal punto de que simplemente muchos lo han aceptado como “la nueva normalidad”.

Los instructores de tiro con armas de fuego y de defensa personal  a menudo hablan acerca de un dinámico proceso de toma de decisiones denominado Método OODA. Es un método que la gente practica para tomar todo tipo de decisiones, pero es especialmente útil al examinar puntos de vista tácticos a escenarios de lucha. OODA es un acrónimo que significa Observar, Orientar, Decidir y Actuar.

El éxito en una situación determinada depende de observar de una forma lo más clara y acertadamente posible, orientándote en esa situación, tomando una decisión sobre cómo proceder en base a esa información, ejecutando ese plan, y luego regresando al inicio del proceso para reevaluar la situación según como se desarrolle.

Si un hombre levantara su puño y dijera que te va a golpear, y tú simplemente te rehusaras a creerlo, tu sola creencia no cambiaría su intento. Si él decidiera golpearte, tu sola creencia no impediría que su puño golpeara tu cara.

Cualquier que estuviese mirando pensaría que o eres ciego o tonto al no poder observar con claridad las circunstancias que se estaban desarrollando y la información que se te estaba entregando.

Sin embargo, el problema real estaba en tu orientación – en tu creencia sobre cómo el mundo funciona y sobre tu lugar en él, porque creías que el otro hombre no te golpearía tomaste la decisión de no actuar, y confiaste en tu creencia equivocada en vez de protegerte.

El rechazo a interpretar amenazas o cualquier información exacta porque no quieres creer es algo obviamente tonto.

Pero se espera que los hombres occidentales actúen como tontos.

Han abandonado sus identidades sociales y por tanto no tienen ninguna orientación social en el mundo. O mejor dicho, están orientados en contra de la orientación. A lo único que se oponen es a la identidad. La identidad es todo, por lo que se han convertidos en los campeones de la nada.

Los buenos, modernos y civilizados hombres blancos occidentales no luchan por nada, y por consiguiente, como reza el dicho, caerán por nada.

Y han sido tan fácilmente manipulables.

Los buenos, modernos y civilizados hombres blancos occidentales son tan fácilmente acobardados por los cargos de prejuicios y privilegios que trabajan sin descanso en agradar a los demás con despliegues sociales de universalismo moral – castrándose a si mismos de cada forma imaginable.

Se supone que los hombres occidentales tienen que ignorar toda la información negativa sobre otros grupos “no privilegiados” y comportarse como si todo estuviera bien aunque no lo esté. Se espera que dejen que otros grupos hagan lo que quieran, sonrían y pretendan que todo está mejorando. Cualquier persona de cualquier grupo puede mudarse a sus barrios, y si el crimen y los graffitis y el daño a la propiedad aumentan, entonces los buenos, modernos y civilizados hombres blancos deben inventar alguna razón abstracta y convenientemente difícil de probar en vez de responsabilizar al grupo en cuestión.

Cualquier persona de cualquier grupo – pero usualmente intelectuales blancos que se odian a si mismos y rameras de la industria del entretenimiento – pueden calumniar a los ancestros del hombre blanco, reescribir su historia y se supone que todos los buenos, modernos y civilizados hombres blancos deben estar de acuerdo, disculparse y rogar por misericordia. Incluso las violaciones son reducidas a un intercambio económico, donde el violador es justificado debido a su pobreza.

Para asegurarse que las mujeres, las cuales son mayoría en muchas poblaciones humanas, se sientan lo suficientemente cómodas, apoyadas y a salvo para ser buenas empleadas, votantes y consumidores en el Imperio, se supone que los hombres occidentales deben pedir constantemente permiso a las mujeres y asegurarse que las mujeres no se sientan amenazadas o socavadas de alguna forma.

Cuando los hombres occidentales reconocen que tienen una ventaja o cuando alguien los acusa de un “privilegio” real o imaginario, se espera que lo reconozcan y den un paso al costado, o que se coloquen en desventaja ellos mismos por medio de una perversa moda tipo Harrison Bergeron para hacer las cosas más “iguales” y “justas” para todos los demás – como si la vida alguna vez ha sido o pudiera ser justa, como si la gente alguna vez hubiese sido o pueda ser verdaderamente igual.

Se espera que los buenos, modernos y civilizados hombres blancos occidentales sean los gentlemen del mundo, colocando sus abrigos en el suelo y abriéndole la puerta a todos, colocando su propio interés en último lugar.

Nadie, y muchos menos una mujer, respeta a un hombre que se comporta de esa forma.

Ningún niño respecta a un padre así.

Nadie respeta a un hombre que siempre se está disculpando y cambiando de parecer.

Nadie respeta a un hombre que siempre está pidiendo permiso.

Nadie respeta a un hombre que no se defenderá llegado el momento o que no peleará por su propio interés.

Nadie quiere animar a un equipo que dejó de jugar para ganar.

La mayoría de la gente cree que los hombres que no juegan para ganar merecen perder.

Y estoy completamente de acuerdo.

El universalismo moral es una filosofía para hombres que se han rendido. Han rendido su tierra, su historia, sus mujeres, su dignidad y su identidad. Se han convertido es semi-hombres, en impotentes que merecen ser víctimas y esclavos.

El universalismo moral es una filosofía venenosa y emasculante para todo hombre que la adopte.

Si no eres un hombre blanco occidental y adoptas esa filosofía, eventualmente perderás tu cultura, tu historia y tu identidad, y también mereces ser una víctima y un esclavo. Tu gente color capuchino desaparecerá completamente en ese enjambre incomprensible de 9.5 miles de millones de drones marrones.

Podrán venir primero por nuestras identidades, pero, eventualmente, vendrán por la tuya.

A los intereses y mecanismos que conducen el Imperio no les sirve la identidad. La identidad es algo inconveniente. Es ineficiente. Se interpone en su camino.

Las fuerzas del globalismo están alineadas en contra de la identidad, en contra de todo lo que signifique algo.

Juntas conforman el Imperio de la Nada.

Traducido por Sebastián Vera para pancriollismo.com

 

 

[1] NdelT: “Trata a los demás como quieres que te traten a ti.”