En su obra de 1944 sobre la Teoría Crítica, Dialéctica de la Ilustración, los pensadores de la escuela de Frankfurt Max Horkheimer (1895-1973) y Theodor W. Adorno (1903-1969) discuten sobre el famoso mito griego de Odiseo y su significado más amplio.
Odiseo, si lo recuerdan, estaba al mando de una tripulación de marineros, y él y sus hombres regresaban a la isla de Ítaca luego de la guerra de Troya cuando su nave de pronto fue aborda por un grupo de criaturas aladas conocidas como Sirenas. Mitad ave, mitad mujer, estas bestias embaucadoras cantaban una canción macabra en un intento de atraer a los marinos a su perdición. Para concentrarse en su remado, los hombres taparon sus oídos con cera, mientras que Odiseo se ató al mástil para evitar ser seducido por los engaños semi-femeninos de estas misteriosas criaturas.
Conocidos por su marxismo ‘hereje’ Horkheimer y Adorno postulan la curiosa visión que Odiseo fue el primer héroe ‘burgués’ y que el mito de Homero representa una forma de sexualidad reprimida, y un intento de luchar contra la naturaleza. Ése bien puede ser el caso, pero los dos ideólogos judeo-alemanes avanzan en la teoría de que esta muestra de abnegación esencialmente conduce a los hombres «más profundamente en la esclavitud. Por tanto, el curso de la civilización europea”. De alguna manera, argumentan, que resistiendo sus impulsos naturales, Odiseo ha sido reducido al “punto nodal de las respuestas convencionales y modos de operación que se esperaban de él” y que su individuación tuvo lugar “a expensas de la individualidad” misma. Al domesticar la naturaleza, sostienen, Odiseo comienza así el proceso que, en el mundo contemporáneo, ha conducido a la dominación de la naturaleza por parte del hombre moderno, y por lo tanto su propia auto-enajenación.
Estoy de acuerdo con su argumento que el relato de Homero funciona en forma similar al de la supresión forzada del instinto humano que podemos encontrar en el Judeocristianismo, por ejemplo, pero en muchos aspectos pierden el enfoque. La historia de Odiseo sirve a un propósito muy útil que intenta advertirnos sobre las consecuencias desastrosas que habrían caído los hombres si hubieran sucumbido a sus deseos más salvajes. No es la amenaza de condenación eterna que caracteriza a la moral inductora de la culpa propia de las religiones abrahámicas, por supuesto, sino el objetivo real y práctico de garantizar que sus barcos no encallaran sobre las rocas.
Horkheimer y Adorno estaban tan obsesionados con echar por tierra la noción de moralidad que perdieron de vista totalmente el hecho de que se trata de una historia de supervivencia. Dado que varios ideólogos de la escuela de Frankfurt tenían una inclinación hacia el comportamiento licencioso, sus conclusiones inevitablemente están centradas en la yuxtaposición de la moralidad percibida de Odiseo con su propio endoso de inmoralidad. Sin embargo, debemos hacer una distinción crucial entre la inmoralidad y la amoralidad. Mientras que el primero se refiere a vivir en un estado de pecado o actuar de una manera malvada, este último denota una forma de completa indiferencia a la moralidad propia y concuerda con mi posición al respecto.
Tal como nuestro dúo marxista que retira la cera de sus oídos y corta las cuerdas que bien pueden haberlos salvado de muerte inminente, otro mito de la escuela de Frankfurt — una vez seducido por el sonido de su propia ideología imperfecta — es enviado al fondo del océano proverbial.
Traducción por Francisco Albanese.