Un día como hoy, pero ya hace 524 años, la historia de la Humanidad, para bien o para mal o simplemente lo hizo según el lado de la vereda por el que transitamos, cambió para siempre.
Si bien existe discusión constante respecto a si Cristóbal Colón efectivamente no sabía hacia qué tierras se dirigía siendo su llegada a América un asunto accidental o si tenía conocimiento previo sobre la ubicación de éste «inexplorado» trozo de tierra, dicho importante evento acaeció de todas maneras. Con su arribo a las pequeñas islas ubicadas en la zona central del continente americano comenzó el asentamiento de un individuo exótico que generó curiosidad en las poblaciones indígenas locales.
Dicho evento ocurrido un 12 de Octubre de 1492, evento marcado por un lado por la llamada «Historia negra del Descubrimiento de América» entre los grupos que condenan la llegada Europea -más específicamente española- a esta zona del mundo, mientras que por el otro se encuentran aquellos que festejan la llegada del Imperio Español, aquel que gracias a la toma de posición del continente se transformaba en el «imperio donde no se ponía el sol»
Esta mirada sesgada y dicotómica sobre El Descubrimiento muchas veces se sustenta más en cuestiones sentimentales (como suele ser la tónica en la actualidad) más que en la verificación y análisis contextual e histórico.
Por un parte, aquellos fanáticos de «Las venas abiertas de América Latina (que de «Latina» bien poco tiene)» sostienen que los aborígenes americanos vivían prácticamente en el paraíso, donde la violencia, el hambre, la esclavitud y las enfermedades no existían; suponen que las distintas tribus danzaban de la mano alrededor de una fogata. Pero la realidad es bastante diferente según ha dejado de manifiesto la historiografía:
- los conflictos y matanzas eran cuestión de cada de día entre las tribus locales;
- el sometimiento por parte de aquellos más poderosos entre los indígenas era habitual, aprovechando la superioridad tecnológica y armamentista;
- la esclavitud era una institución implantada en sociedades como la Maya, donde inclusive era posible convertirse en un “pentacc-ob” por no poder pagar los tributos correspondientes al “halach-uinik” (gobernador supremo);
- los sacrificios humanos se cobraron la vida de miles con el fin de apaciguar la sed de sangre de sus dioses. Los aztecas realizaban las llamadas “Guerras Floridas” con el fin de capturar prisioneros destinados a ser inmolados desde lo alto de sus pirámides.
- la sobreexplotación de los recursos naturales también era practicada, situación que llevó posiblemente a la civilización Maya a su extinción;
- el cobro de tributos a los vencidos y la imposición cultural fue el método en que el imperio Inca avanzó y sometió grandes extensiones territoriales.
Al final pareciese que entre los pueblos indígenas la realidad no era muy distinta que aquella que se vivía -y vive- en cualquier confín del mundo, donde, por más que les pese a muchos, las leyes de la Naturaleza, donde la igualdad no existe y el más fuerte se impone sobre sus inferiores, reinan y reinará. La evidencia, alejada de aquellas oníricas visiones románticas, reduce a lágrimas el mundo indígena perfecto que algunos han creado en sus cabezas, dejando el desarrollo de la vida tal cual es: dura y cruda.
En la otra vereda tenemos a aquellos que festejan la llegada española como si ellos mismos fuesen españoles, negando todo posible mal actuar español como si ellos se hubiesen bajado de las galeras para ser testigos oculares de cada paso que dio el imperio español en esta tierra. Son hijos de aquella misma mirada romántica que nubla el juicio, intentando ocultar o minimizar situaciones como que:
- muchos indígenas fallecieron por enfermedades traídas por el hombre blanco, más allá de que no haya sido su intención ocasionar dichas muertes;
- en ciertas zonas algunos conquistadores fueron muchos más duros en su actuar, generando grandes números de bajas, muchas veces innecesarias, entre las poblaciones locales;
- que, si bien la extracción de minerales nobles fue baja debido a la tecnología de la época, efectivamente dichos minerales apreciables en dinero, sin desconocer que parte importante era reinvertido acá mismo, fue usurpado y utilizado para los beneficios de otros ubicados en una tierra lejana;
- que se masacró culturalmente a los indígenas mediante la imposición de una religión y una visión del mundo ajena, perdiéndose para siempre en el tiempo parte de la historia de la humanidad;
- que mediante el mestizaje promovido por la corona española –al igual como se realiza en el mundo europoide en la actualidad- se destruyó en parte el legado étnico y racial de las comunidades autóctonas y de aquellos que vieron difuminarse su vinculación con su historia ancestral en su antiguo hogar. Declaraba la Real Cédula de 5 de febrero de 1514: “Es nuestra voluntad que los indios e indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con indios como con naturales de estos nuestros reynos, o españoles nacidos en latí Indias, y que en esto no se les ponga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiere dado o por Nos fuera dada pueda impedir ni impida el matrimonio entre los indios e indias con españoles o españolas. y que todos tengan entera libertad de casarse con quien quisieren, y nuestras audiencias procuren que así se guarde y cumpla”.
Al igual que entre aquellos que rechazan el Descubrimiento, una visión poco realista desde el lado español de lo que dicho magno evento fue termina desvirtuando la realidad.
La realidad y la vida simplemente son, jamás son perfectas y siempre son duras; más cuando se trata de pueblos enfrentados, donde necesariamente existirán excesos y altos costos humanos durante el proceso que extenderán sus efectos hasta el fin de los tiempos.
Es comprensible que aquellos que sienten una vinculación con el pueblo indiano desarrollen animadversión contra aquellos que vinieron y se llevaron por delante a aquellos que ellos aprecian, así mismo, también es entendible que los herederos del Imperio español o los que mantienen afinidad con él abracen dicha gesta que los llevó a cruzar el mundo y vencer a un enemigo para nada débil, alcanzando laureles para su pueblo. Pero ambas visiones, y cualquier otra sobre cualquier hecho, siempre debe observar ambas partes de la moneda con el fin de generar un criterioso análisis.
¿Pero por qué me refiero a dicho evento? ¿Qué tiene que ver con nosotros? Simple. Es, precisamente, el hecho que permite que hoy nos encontremos en este camino por la substanciación de ese «Nosotros», de aquella identidad que durante siglos se nos ha negado por medio de gentilicios o construcciones jurídicas de laboratorio que esconden la compleja realidad de nuestras diversas sociedades.
La llegada del Imperio Español a estas costas fue el puntapié inicial para el asentamiento de las primeras familias europeas que luego tendrían sus primeros hijos nacidos ya bajo el alero de la Cruz del Sur y que siglos después ayudaría a convencerse a familias que pasaban penurias en el Viejo Mundo a emprender la aventura hacia una tierra similar a la que dejaban atrás.
La llegada española es como el cruce del estrecho de Bering: el comienzo de todo, el inicio de nuestra historia como Criollos, hijos de la sangre europea y el suelo americano.
El 12 de Octubre nosotros no ensalzamos al mundo indígena ni condenamos la llegada española, puesto que no somos indigenistas ni antiespañoles; el 12 de Octubre nosotros no festejamos al Imperio Español ni a la católica corona española, puesto que no somos españoles ni somos Realistas. Nosotros, cada 12 de Octubre festejamos que aquel día hace 524 años atrás se dio inicio a nuestra historia como Criollos, a que dicho evento propiciara el hecho de que hoy nos encontremos aquí, de que hoy miremos otro cielo y pisemos otra tierra.
Un 12 de Octubre de 1492 comenzó nuestro deambular por estos nuevos pagos. Camino que hoy recorremos buscando entender cuál es nuestras identidad más allá de esa cáscara exterior que nos engloba como Criollos, qué es aquello que nos diferencia como Criollos de nuestros hermanos asentados en la tierra de nuestros ancestros o en otros confines del mundo.
Un 12 de Octubre de 1492 nacimos…
Excelente análisis. Solo me hizo falta recordar, primero, las influencias del rabinato económico en las sonas grises del poder imperial. Y segundo, que además de la existencia de imperios en pleno proceso degenerativo, existían en el cono sur y Norteamérica, tribus con una rica cosmovisión, tribus que resistieron y resisten.
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