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I.

Recientemente, el blog Nueva Derecha Australia-Nueva Zelanda publicó una larga crítica de las ideas de Alain De Benoist, escrita por Michael O’Meara. Pensé que sería oportuno escribir una pieza similar, una que verá la posibilidad de aplicar las ideas de De Benoist a la escena nacionalista australiana y al más amplio espectro político en general.

Cualquiera que haya leído libros y artículos de De Benoist sabrá que una de las ventajas del trabajo de De Benoist es que es puramente social y político. Es decir, es filosofía política – analiza el Estado y cómo funciona o cómo debería funcionar. No se limita a desvaríos contra judíos, musulmanes y negros y otros grupos de inmigrantes extranjeros en las sociedades occidentales. Este es un cambio refrescante – leer a un nacionalista que es ante todo, un intelectual como Evola o Yockey, y que no es simplemente una persona escribiendo diatribas emotivas contra personas de razas foráneas.

En el centro del trabajo de De Benoist se encuentra el concepto de la comunidad orgánica. Por “comunidad orgánica” me refiero a una comunidad que ha surgido naturalmente y se ha desarrollado durante un largo período de tiempo, con un grado natural de cohesión. Cada uno de los miembros tiene un sentido de pertenencia a una comunidad orgánica y la comunidad no contiene elementos que sean radicalmente diferentes de ella. La mayoría de los países occidentales, antes de la explosión de la inmigración masas de la década de 1970 y 1980, podía ser considerada orgánica en este sentido (aunque su ideología oficial era liberal y, por lo tanto, individualista). Es este ‘organicismo’ lo que ha atraído acusaciones de racismo por parte de los enemigos de De Benoist, aunque una comunidad orgánica puede no estar necesariamente basada en la raza; uno tiene que pensar en el islam, por ejemplo (los musulmanes se consideran primero y sobre todo musulmanes en un sentido religioso, y las diferencias raciales son pasadas por alto mientras sean musulmanes).

La política de De Benoist le debe mucho a Evola (al menos en sus últimos trabajos), quien escribe en extenso sobre el imperio y cómo los pueblos sujetos a él existen en una relación autónoma en relación al centro del imperio. El Imperio Austro-Húngaro, por ejemplo, consistía en un gran número de comunidades étnicamente homogéneas, independientes (incluyendo serbios, checos, eslovenos, et al.), que mantenían un sentido de identidad y separación a pesar de estar sujetos al mismo imperio. Las partes existían independientemente del todo. Ese sistema – que se podría describir como un sistema de federalismo étnico – es uno que De Benoist considera como ideal.

El peligro para todo federalismo étnico proviene de dos ideologías. La primera es el nacionalismo: paradójicamente, De Benoist es anti-nacionalista en el sentido tradicional que tiene el término para la Extrema Derecha. La Primera Guerra Mundial estalló cuando un grupo étnico –los serbios – exigió que su comunidad se constituyera como una nación con un Estado soberano, bandera, moneda, ejército y todo lo que corresponde a un país independiente, y el derecho a purgar étnicamente a los ciudadanos extranjeros del territorio de la nación. El colapso del Imperio, y la insistencia de Woodrow Wilson sobre la concesión de nacionalidad a aquellos grupos étnicos, aceleró el cambio hacia el nacionalismo en la Europa Central y Oriental y a la destrucción de un orden tradicionalista.

El segundo peligro es el multiculturalismo. Una vez más, se aplica el ejemplo de Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, los diversos grupos étnicos que formaban parte del Imperio Austro-Húngaro fueron amalgamados forzosamente en una entidad artificial llamada Yugoslavia por el comunista Tito. Todo el que se identificara como serbio, croata, esloveno, et al., era fusilado. Y esto es típico: el sentimiento de pertenencia a una comunidad consolidada y orgánica es tan fuerte que sólo la violencia totalitaria puede reprimirlo. Las estructuras étnicas y su identidad son suprimidas y destruidas por la fuerza de las armas, con fuerza bruta y/o con leyes anti-naturales.

Nuevamente, éste es uno de los temas de la obra de Evola. El totalitarismo es el resultado natural de la decadencia de los imperios (un buen ejemplo es la Revolución Francesa y el ascenso de Napoleón). Bajo el totalitarismo, las piezas del todo ya no pueden existir en una relación autónoma con el centro, el gobierno. En cambio, el gobierno debe imponerse, por la fuerza, a las partes. La burocracia y la represión aplastan cualquier individualidad y eliminan toda autonomía. En el camino, se eliminan las características distintivas de los grupos étnicos. Todo el mundo pasa a ser como todo el mundo, y las comunidades orgánicas artificialmente se fusionan en una única comunidad inorgánica gigante y artificial.

II.

Mucho de esto se aplica para el caso australiano. A los inmigrantes no-blancos, al llegar a Australia, se les dice que ellos deben renunciar a su identidad – sean árabes, turcos, vietnamitas, chinos o, últimamente, sudaneses – y ‘volverse australianos’. Este sentido de ‘australianismo’ es más bien artificial: ciertamente no está basado en la raza. La ‘vieja’ Australia, antes del multiculturalismo y de la incontrolada inmigración no-blanca, era anglosajona y anglocelta en términos de su etnicidad. Incluso los inmigrantes procedentes de Europa, especialmente Europa oriental y meridional, que llegaron aquí después de la Segunda Guerra Mundial, no alteraron esto. Pero ahora cualquiera puede convertirse en australiano – todo lo que necesitan es un pasaporte australiano. Los australianos hoy son definidos por un pedazo de papel que indica lo que son y no por la etnicidad, la cultura o la raza.

Lo mismo se aplica también en Gran Bretaña, donde la ideología oficial del Estado es que los indios y los inmigrantes de color son ‘británicos’ (a pesar de que ellos y sus descendientes sólo llegaron hace treinta años) como Shakespeare y Dickens. En Alemania, a los alemanes se les dice que consideren a las comunidades turcas tan alemanas como Schiller, Goethe y Bach. Y si alguna organización o partido político, como el Partido Democrático Nacional de Alemania (NPD) se niega a aceptarlas como alemanas y argumenta en contra de su inclusión como alemanes, son tildados de racistas, neonazis y odiadores, y que, por supuesto, están equivocados.

Sin embargo, paradójicamente, los grupos de inmigrantes se rehúsan a ‘asimilar’ a Occidente, es decir, a renunciar a su herencia cultural y orígenes étnicos. Uno sólo tiene que dar un paseo por las comunidades de la diáspora vietnamita o china en Sydney o Melbourne para ver que ese proceso de ‘australianización’ no está ocurriendo. Estas comunidades se aferran obstinadamente a su sentido de identidad; en su mayoría, viven en sus propios guetos, visitan sus propios restaurantes y tiendas y oran en sus propias iglesias o mezquitas.

Y de hecho, Vietnam tiene una gran historia, tal como China. Ambos eran, en sus respectivos pasados lejanos, sociedades tradicionalistas. Australia, por otra parte, nunca ha sido tradicionalista: es un producto del liberalismo, capitalismo y colonialismo británico. Así que ¿por qué alguien querría volverse ‘australiano’ y renunciar a ser vietnamita o chino? ¿Por qué cambiar sus valores tradicionales y asimilarse para ser un ‘australiano de papel’?

Pero el multiculturalismo es mucho más peligroso para las comunidades de inmigrantes que para sus poblaciones huéspedes, como lo están notando los musulmanes en Australia. El multiculturalismo insiste en que los pueblos se asimilen a un tipo de comunidad artificial, inorgánico. Aquí en Australia el Estado está en campaña para ‘educar’ a los musulmanes en los ‘valores australianos’, es decir, valores pro-multiculturalistas y pro-Israel.

III.

Si uno toma un enfoque nacionalista en el sentido que le da De Benoist, se podría decir que Australia es una nación y que esa nacionalidad está basada, como un todo, en la raza, y que cualquier persona no perteneciente a los angloceltas o a las razas europeas debería ser purgada. Puede ser deseable, para alguien de esta ideología, que tuviera lugar una balcanización de Australia, donde algunas partes de Australia, que son étnicamente homogéneas y blancas, se separen de las partes que no lo son, y se purguen a sí mismas de elementos no blancos.

Ciertas personas en la Extrema Derecha y organizaciones de ese tipo tienden a especular que un escenario como éste ocurrirá y sueñan con una inminente ‘Guerra Racial’. Muchos de ellos (incluidos los fans de “Los Diarios de Turner”) quisieran que ocurriera. Y cuando en diciembre de 2005 la gente de Cronulla se puso contra las mafias libanesas que aterrorizaban ‘su comarca’, las esperanzas de una ‘Guerra Total Racial’ era alta en ciertos grupos como el foro web “Stormfront”.

Y, por supuesto, los nacionalistas en otras partes del mundo occidental contemplaban el mismo escenario para sus propios países. Las ideas de De Benoist, que se oponen a este tipo de nacionalismo, pueden no simpatizar a muchos en la Extrema Derecha.

Hay que reconocer que De Benoist puede ser acusado de vacilaciones sobre la cuestión de los inmigrantes. Por el contrario, Guillaume Faye parece tomar la opinión estándar. La posición de Faye, como puedo notar, es que las comunidades árabes y norteafricanas en Francia deben ser expulsadas y repatriadas, o segregadas.

De Benoist, por otra parte, no tiene una clara solución a ofrecer. Él, por supuesto, considera la presencia de inmigrantes como una plaga y una carga, llamando la inmigración un ‘desastre’. Reconoce que los inmigrantes están tan gravemente afectados bajo el arreglo multicultural existente como la población huésped. Pero él parece pensar que nada se puede hacer o hacer.

La posición de Faye tiene la ventaja de la claridad y la firmeza, cualidades que siempre atraerán a la Extrema Derecha. Él nombra al enemigo (islam), concentra todos sus recursos en un único enemigo, y ataca. Es un filosemita o, por lo menos, prefiere no reconocer el papel que han desempeñado los sionistas – y la ideología del Holocausto – en la propagación del virus de la interculturalidad en todo Occidente. Pero no es evasivo como De Benoist, que aconseja ‘realismo’ ante el problema de los inmigrantes, que algunos podrán decir que es una fórmula para la inacción.

¿Cuál sería una solución manteniendo las ideas de De Benoist? La respuesta es, creo, federalismo étnico, o por lo menos el espíritu del federalismo étnico. Los gobiernos de Occidente deberían dar a las comunidades de asiáticos, musulmanes, negros, indios, kurdos, turcos y otros en diáspora, más autonomía, más libertad. Se debería dar más poder político y no quitárselo (que es lo que los blancos nacionalistas, empeñados en la limpieza étnica al estilo de “Los Diarios de Turner”, buscan hacer). Las comunidades de inmigrantes tienden a auto-segregarse de todos modos. Es simplemente una cuestión, entonces, de concederles soberanía y jurisdicción para que sean totalmente independientes. Por esos medios, el sistema del Imperio Austríaco-Húngaro puede ser recreado en nuestra puerta trasera.

Ahora, antes de que reciba un aluvión de correos electrónicos de gente que me acusa de renunciar a Australia como la conocemos, o queremos recordarla, ciertamente no estoy de acuerdo totalmente con esta solución. Ésta es sólo una posible aplicación de ideas e ideologías de De Benoist.

IV.

Algo único en la teoría de De Benoist es su acercamiento a la democracia. Para De Benoist, la democracia se define como la participación de la comunidad en el funcionamiento de sus propios asuntos. (Se refiere, por supuesto, a las comunidades orgánicas).

A diferencia de pensadores como Evola y Yockey, De Benoist otorga un gran valor a la democracia. Una de sus tesis es que la democracia es compatible con el tradicionalismo – que los parlamentos han existido, de una forma u otra, en las sociedades tradicionalistas como, por ejemplo, en las antiguas civilizaciones griega y romana. Uno de los inconvenientes de la democracia liberal moderna es, como De Benoist afirma, que no es lo suficientemente democrática. Es decir, no permite a la comunidad ordenar y regir su propia vida sino que está gobernada por una élite política y empresarial. El multiculturalismo insiste en fusionar comunidades orgánicas en comunidades inorgánicas y artificiales, negándoles por lo tanto cualquier democracia significativa.

De Benoist considera a la libertad como algo más o menos igual a la democracia. Siguiendo a Aristóteles, define la libertad como la capacidad de participar en la vida cultural, en la vida de la comunidad. Al participar en los asuntos cotidianos de la comunidad orgánica, uno trasciende el propio individualismo – la esfera de la vida privada. Para De Benoist, la vida privada del individuo, su medio para hacer una vida y el resto, es la esfera de la necesidad. Son sólo las acciones de uno en la esfera de su grupo étnico, de su raza y comunidad, las que puede decirse que son libres.

De Benoist, naturalmente suficiente, tiene cierta simpatía por el comunitarismo. La corriente principal de pensamiento comunitario, sin embargo, no es nacionalista (en el sentido que le da la Extrema Derecha tradicional). Las ideas de De Benoist podrían describirse, entonces, como un comunitarismo ‘nacionalista’ (en nuestro sentido).

Tal filosofía política es mucho más positiva que el nacionalismo blanco estándar/Nutzismo/nacionalismo de Extrema Derecha, que está orientado a sacar a patadas a los negros, hispanos, musulmanes, etc. del país. Pero debes hacerte la pregunta ¿qué sucede después de que se logra ese objetivo? ¿Crea la limpieza étnica una sociedad racialmente homogénea, como algunas organizaciones de Extrema Derecha especulan? Me parece que los nacionalistas blancos nunca parecen tener una respuesta – ellos piensan estrictamente en términos de los objetivos a corto plazo, pero se olvidan de ver los efectos a largo plazo de tal medida.

Incluso una completa y profunda limpieza étnica de los no-blancos no superará la alienación social. Gran parte de las patologías sociales en Occidente se remonta al aislamiento y alejamiento de su comunidad. Pero el ‘comunitarismo nacionalista’ le daría una verdadera democracia, verdadera libertad, es decir, un sentido de pertenencia a su propia cultura. Una vez que el individuo se sienta responsable de su propia cultura estará menos inclinado a participar en actividades destructivas contra ella.

Es cierto que el nacionalismo blanco y el populismo de Extrema Derecha son partidarios de más o menos las mismas cosas que De Benoist. Es decir, desean superar el aislamiento social del individuo fomentando un sentido de pertenencia basado en la raza o nación. Pero ha habido muchas sociedades blancas donde las personas aún sienten esa marginación social – uno sólo tiene que mirar en todas las sociedades blancas de Occidente en la década de 1950 y 1960. Además de eso, las ideologías de Extrema Derecha convencionales parecen atraer a individuos que no son los ejemplos más destacados de su raza o nación – el nacionalismo blanco, sin rodeos, a menudo termina por atraer a la basura blanca.

Muchos de los políticos populistas de Extrema Derecha en Europa, EEUU y Australia parecen desear un regreso a los prósperos y burgueses días de 1950, que eran más blancos, más limpios y más seguros, pero difícilmente comunitarios. Después de todo, si Gran Bretaña o Alemania Federal en la década de 1950 y 1960 hubiesen tenido un verdadero sentido de la identidad y propósito comunal, en primer lugar no habrían dejado entrar a todos esos inmigrantes.

Así que podría ser que las ideas de De Benoist son superiores a las ideologías de Extrema Derecha convencionales existentes en la actualidad. No se puede decir que el De Benoist-ismo ha sido probado y hallado equivocado. Tal vez el ‘federalismo étnico’ atraería a más personas a la Extrema Derecha en Occidente – y, también, al tipo adecuado de personas.

La filosofía de De Benoist no es ni nacionalista blanca ni multiculturalista, sino que está situada en el medio. Como tal, representa una tercera posición. Sin duda, los enemigos de la Extrema Derecha no están preparados para hacer frente a esa postura; el viejo nacionalismo blanco es muy conocido para ellos, pero De Benoist es algo nuevo.

Ésa es otra razón de por qué él es recomendable.

Traducción por Francisco Albanese.