Francisco Javgzo

Nota del Editor: Desde que se conformó el Círculo de Investigaciones PanCriollistas, cuyo primer nombre “interno” fue La Ofensiva PanCriollista, nuestras discusiones han estado marcadas por el disenso. Consenso sí, en muchos puntos, pero por sobre todo un sano disenso (aunque a veces, tras bambalinas, también se vuelve insano). Es así como, si se es buen observador – es decir, si hay un uso de la razón desprejuiciada antes que una mera lectura plana y autómata – y se sabe leer entre líneas, se pueden leer ciertos tenores moralistas, amoralistas, inmoralistas, conservadores, liberales, religiosos, antirreligiosos, irreligiosos, socialistas, antisocialistas, capitalistas, antisociales, humanistas, positivistas, cientificistas, fascistas, anarquistas, y una lista que podría seguir si tan sólo quisiera demostrar lo variado que son los escritos del Círculo, pero que bien demuestra el punto al que quería llegar: diversidad de pensamiento.

Cuando el horizonte está claro – El Despertar de Nuestra Identidad en la Modernidad, tal como reza el lema de nuestra publicación Identitas – puede existir diversidad de pensamiento, porque a pesar de que las formas y vías pueden cuestionarse o elegirse de acuerdo a los pareceres de cada persona, el interés último sigue manteniéndose inmutable.

A raíz de esta diversidad de pensamiento, creo que es importante referirme a un par de casos que generan divergencias entre el público que nos lee (algo que no considero negativo, en lo absoluto). Antes de continuar, aclaro que el Círculo no tiene ninguna posición definida respecto al asunto, pues para eso deberían aunarse las opiniones, algo un tanto dificultoso. Prefiero hablar desde mi punto de vista.

***

Primera Parte. Alexander Dugin, el pro-4PT y el anti-4PT

Les guste o no a muchos, Dugin es un peso pesado. Sus ideas se van vuelto un referente que no puede ser ignorado y ha pasado a ser uno de los ideólogos más importantes del momento.

Leí por primera vez a Aleksandr Dugin en 1999, cuando un amigo me prestó el libro Rusia: El Misterio de Eurasia (edición en español de Misterii Evrazii, de 1996), libro que tiene un corte más cultural/religioso que político (en efecto, trataba de temas como la Iglesia Ortodoxa, el Tradicionalismo, el cosmismo, las invasiones nórdicas, etc.), si bien está fuertemente influido por la geopolítica, disciplina que, como ya sabemos, es el fuerte del señor Dugin. El libro me pareció notable, si bien contenía muchas citas a textos que Dugin había escrito en ruso, idioma que hasta la fecha no domino más que en algunas palabras (que aprendí por mi interés en la carrera espacial). Luego de eso, le perdí la pista a Aleksandr Dugin hasta hace unos siete años, mientras recopilaba información para un texto sobre Tradicionalismo que preparaba para Hiperbórea Sur. Decidí escribir su nombre en el buscador, y me topé con dos sorpresas: la primera era que ya no era conocido internacionalmente como ‘Aleksander’, sino como ‘Alexander’; y la segunda era el movimiento político Evraziya, o sencillamente Eurasia. Luego de esos dos descubrimientos, leí todo cuanto encontré de Dugin y sobre Dugin.

Antes de que formáramos el Círculo, comenzó a volverse vital para algunos de nosotros el hacernos con The Fourth Political Theory, que se había publicado años antes, pero que en inglés Arktos Media sólo lo hizo hace unos pocos años. Y comenzó a hacerse vital pues leíamos muchas citas y referencias al libro (positivas y negativas), así como referencias positivas y negativas sobre Alexander Dugin. Compré por Amazon la edición kindle de The Fourth Political Theory, y meses después lo compré en papel.

Luego de terminar de leer el libro, comprendí que ninguno, absolutamente ninguno, de sus detractores hispanoparlantes había leído The Fourth Political Theory jamás. Esto no es una suposición mía, y basta entrar a cualquier foro, hablar con cualquiera de estos detractores y preguntarles directamente si leyeron o no el libro. El hecho era rotundamente penoso: no estábamos hablando de que no hubieran comprendido el libro, estábamos hablando de que sencillamente no habían leído el libro. Los mismos que decían que uno no debe juzgar un libro por la tapa, habían caído en algo peor. Incluso, alguno de sus detractores argumentaban cosas relacionadas con su barba. Sin comentarios.

Por mi parte, leí con interés The Fourth Political Theory, y cualquiera que lea el libro, sin importar si concuerda o no está de acuerdo con las ideas presentadas, reconocerá en él una gran lucidez y coherencia, así como un background que no pasa desapercibido. Sólo un hombre de un solo libro podría decir que Dugin dice necedades sin fundamento. Particularmente, compartí algunos puntos expuestos en el libro, así como disentí en otros, lo que no me hace un “duginista” ni un detractor. Mi pensamiento es diferente y ya: Dugin, entendiendo al mundo desde la geopolítica, roza el imperialismo en instantes, algo que choca con mi visión particularista/tribalista.

Un punto interesante de The Fourth Political Theory es que no hay una cuarta teoría política como tal, algo que es hecho notar por Alex Kurtagić ante una pregunta de Sebastián Vera en “Contra el Homo equalis y el Conservadurismo Moderno: Un diálogo con Alex Kurtagić”, entrevista publicada en Identitas, vol. 1:

Dugin no entrega una cuarta teoría política; él sólo sugiere áreas de exploración intelectual donde podríamos encontrar los componentes para tal teoría, el desarrollo de la cual es un proyecto difícil, ambicioso y heroico que requerirá un esfuerzo colectivo. Obviamente, estas áreas de exploración son aquéllas que están fuera del Liberalismo, comprendiendo todas las ideas de las que el Liberalismo no se ha valido.

Estar a favor o en contra de Alexander Dugin es una posición tonta: Dugin no tiene nada que perder o ganar, sencillamente es un hombre de ideas. Tanto la idolatración exacerbada como el rechazo bucal-espumoso de algunos terminan superando a lo importante, que es la validez o la invalidez de las ideas propuestas y desarrolladas por una persona. Por otro lado, sólo un ignorante, de esos que abundan en las redes sociales, podría poner a la persona (políglota, poseedor de varios grados y postgrados académicos, escritor de una veintena de libros y con una carrera en activismo político que supera a la edad que tenemos muchos de nosotros) por sobre sus ideas, que es lo que cuenta al fin y al cabo. Alexander Dugin no es alguien que se enfrascaría en una discusión con keyboard warriors que con suerte leen las imbecilidades retóricas que escribe la gente como ellos. A Dugin, Faye, de Benoist, MacDonald y Sunic, no se les podría derrotar en una discusión histérica adornada con argumentos ad hominem, porque quien recurre a argumentum ad hominem ni siquiera debería permitírsele el acceso a internet. Pero ésa es otra historia. Una muy penosa, por cierto.

Hablar sobre Dugin hoy, casi necesariamente conduce a hablar de Ucrania, tópico caliente en varios foros de discusión y páginas suscritos a pensamientos tan diversos como el tercerposicionismo, el nacionalismo y el identitarismo.

Segunda Parte. Ucrania y el conflicto de intereses colectivos.

Muchos parecen sentirse especialmente tocados y llamados a apoyar a una posición o a la otra (Ucrania vs. Nueva Rusia), aun cuando sus realidades particulares no están impregnadas por la situación más allá que por noticias que llegan por internet. Muy probablemente, toda la lucha que puedan librar algunos pregonar su simpatía por algún bando en el mundo virtual. Casi como ser fanático del fútbol que se mira por televisión.

No deja de ser curioso que la guerra, que es cuando la moral cotidiana se ve superada por la moral que otorga la guerra, sea vista por la gente de afuera, los espectadores, como un asunto moral: “ese bando recibe dineros de A”, “este otro es apoyado por B que es contrario a mí pero también contrario a C”, etc. Si en el bando nacionalista ucraniano hay filas nazi-fascistas, y hay fondos entregados por el Sionismo, por la UE y EEUU, o si en el bando pro-ruso hay filas filo-comunistas, antifascistas o nostálgicas de la URSS, es algo que no me importa en lo más mínimo, para efectos de lo que pretendo plantear.

Mi primera impresión sobre el conflicto fue la misma cuando veo alguna película tipo Mad Max/Waterworld, sólo que esta vez la realidad superaba la ficción. Supongo que la propaganda y el manejo de la información habrán jugado un importante papel, algo que no me extraña ni molesta, teniendo en cuenta que los conflictos de la Modernidad han estado marcados por eso. Pese a que algunos quieran negar el hecho, lo primero que llegó fueron imágenes de los nacionalistas ucranianos de Euromadián porque, por supuesto, vende mucho más un guerrero callejero armado con palos, cadenas y cócteles Molotov que un soldado regular. Eso no es un cerco comunicacional, sino que una mera estrategia para captar la atención del consumidor, pues eso es lo que somos. Posteriormente, avanzado el conflicto, llegaron todas las demás imágenes e informaciones. Y también comenzó a hablarse de la confederación Nueva Rusia.

Como ya mencioné más arriba, el apoyo externo no logístico y, por tanto, no relevante para el curso de la guerra (es decir, actualizaciones de estados de Facebook, posteos de internet, páginas web, foros) ha estado fuertemente marcado por una cuestión moral, y me atrevo a decir que ha prevalecido el anti por sobre el pro. Gran parte de los pro-ucranianos lo son no porque sean racionalmente partidarios de Ucrania, sino porque están en contra de los del otro bando, pues ven en ellos el rearme del Imperio Ruso, y con ello el resurgimiento del Comunismo, Stalinismo, Bolchevismo y otras ideas que quedaron en el pasado. Por otro lado y semejante a lo anterior, gran parte de los pro-rusos lo son no porque sean racionalmente partidarios de Nueva Rusia, sino porque ven en el otro bando la cara de la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos – una postura netamente anti. Y como trato de ser inteligente, escucho a ambos bandos y también escucho los hechos pues es bien sabido que silent verba facta loquuntur: ocurre que, aunque ambos partidarios externos (y que la inmensa mayoría seguirá siendo externo y no pondrá jamás un pie en el Este) tengan alguna cuota de verdad en su argumento de tipo anti, tampoco se puede ignorar la motivación de quienes combaten, algo que goza de un tipo de secularización respecto de quien los apoya, algo que es olvidado por el argumento anti.

Soy un gran fan de la Naturaleza, algo que también me hace un gran fan del ser humano, pues el segundo es parte de lo primero, no una pieza separada. Y como soy un gran fan del ser humano, lo soy también de su capacidad de decidir su propio destino, algo absolutamente necesario para la esencia del tribalismo y nacionalismo, puesto que una nación es una formación dinámica, que no puede ser guiada ni maniatada por meros contratos legales. Es así como reconozco que en la zona del conflicto pueden existir personas que están a favor de una idea ucraniana fuera de la órbita rusa, y están en todo su derecho de quererlo así. Los seres humanos somos libres, y si nuestros intereses individuales manifestados como intereses colectivos quieren abrazar el destino de una manera y no de otra, entonces que así sea. De la misma manera, reconozco que si en la zona del conflicto pueden existir personas que están a favor de una idea separatista y cercana a la hegemonía rusa, lo que significaría un alejamiento del estado ucraniano, están en su derecho a sentir que eso es lo correcto.

Cito a Garrido en su “You gotta keep’em separated”.

Pensar que todos los pueblos europeos y euro-descendientes deban y efectivamente quieran convivir y experimentar un devenir conjunto por el sólo hecho de su composición genética compartida, implica exceso de ingenuidad. La negación de las etnias/naciones europeas ha sido justificada de múltiples formas, y el resultado nunca ha sido otro que el conflicto y la progresiva pérdida de la Identidad en alguno de los grupos involucrados.

Los intereses colectivos de dos bandos que pueden ser genéticamente iguales, pero étnicamente distintos, pueden no apuntar al mismo destino, y es que la Historia de los pueblos no puede ser detenida en el tiempo que nos gustaría, sino que se mueve con el dinamismo de los mismos pueblos. Ambos bandos tienen derecho a hacer lo que sea que sea necesario para hacer prevalecer sus intereses, incluyendo el llegar a un diálogo armado. Y cuando hablo del derecho a, no hago referencia a alguna especie de documento mágico/humanitario que hable de asuntos legales, sino al sentir divino (i.e., natural) a trazar su camino y elegir su destino, algo que muchas veces va contra toda lógica. Pero en lo ilógico y lo irracional yace también lo humano, y donde yace lo humano, yace la identidad, algo que antecede a la ideología y a todo tipo de argumento anti.