Publicado originalmente en Identitas vol. 3 (2014)
Gran impresión me causó Volviéndonos los Nuevos Bárbaros respecto de las soluciones pragmáticas y simples que da a nuestra lucha ideológica y cultural, basándonos en aspectos y soluciones para proceder, organizarnos y actuar que, por ser tan obvios, son invisibilizados por el ojo humano que siempre busca lo complejo. Aun así, existe un aspecto que causa la impresión más profunda: la definición de bárbaro. Como profesor, me ha tocado leer mucha literatura latinoamericana, ya sea para evaluar en mis clases o para cumplir con los ramos universitarios; por lo que, luego de darle una segunda lectura al texto, me detuve en las siguientes reflexiones:
¿Por qué deberíamos denominarnos “bárbaros”?
¿Tenemos bases históricas o, tal vez, culturales para reafirmar nuestra condición?
Casi de forma instintiva, sabemos que sí, pero es preciso buscarlas y demostrarlas a nuestros interlocutores, ya que ninguna lucha tiene asidero si no es con bases culturales claras que nos otorguen espacios en la sociedad basados en la historia y la tradición.
Este ensayo tiene como propósito el buscar una base cultural para el hombre criollo. Sabemos que éste existe −lo reitero nuevamente− pero es un propósito importante el buscar antecedentes históricos y culturales que demuestren nuestro esfuerzo en reconstruir nuestra identidad criolla. Y qué mejor camino que buscarlo en base a nuestra memoria histórica, basándonos en los escritores que han presenciado o que han convivido con ellos, ya sea mitificándolos o defenestrándolos del imaginario colectivo latinoamericano. En primer lugar, buscaremos bases para los términos civilizado/ bárbaro que se adapten a nuestra realidad inmediata, que es el eje de esta primera parte, para luego pasar directamente al ámbito cultural en la segunda parte, buscando y demostrando que el criollo posee una historia y un modo particular que ha sido combatido ya desde los inicios de las repúblicas americanas soberanas.
Etimologías de “civilización” y “barbarie”
Siendo la civilización, la civitas romana, uno de los puntales de Occidente, no deja de ser significativo que, en un rastreo cronológico, el término “barbarie” se registre antes que el anterior.
La aparición concreta de los términos “barbarie” y “civilización” se ubica necesariamente en la Grecia clásica, en donde se dividía a los helenos de los bárbaros. Llamados así además del proceder onomatopéyico del balbuceo al hablar en lengua helena (“bar, bar”), eran considerados carentes del logos, o principio ordenador del estado y las leyes griegas. De esta manera, se establece inmediatamente una relación de poder y negación de la identidad del “bárbaro” dentro de la sociedad. Luego, el término bárbaro se traspasa al imperio romano: siéndolo quien no posee la civitas −que no tenga el derecho a ciudadanía−, el extranjero e incluso el invasor.
El término conoce una nueva y total transformación con la aparición de los enciclopedistas, quienes comienzan a separar los términos creando campos semánticos distintos para las palabras “salvaje” y “bárbaro”, situando a los “bárbaros” en un estrato superior al “salvaje”, al que se le sitúa en un estado de desconocimiento de las leyes y el orden público (“sauvagerie”) a diferencia del bárbaro, que se opone frontalmente al orden establecido por la incipiente mayoría que está pronta a tomar el poder del estado en la Francia del siglo XVIII. Entonces, debemos partir desde el hecho que es en el siglo XVIII cuando los Enciclopedistas galos crean el neologismo barbariser, de gran aceptación. De esto, se deduce que la base del pensamiento occidental moderno es la negación del otro como punto de partida para crear el estado de “civilizado”, y que el término se presta a la subjetividad para denostar al grupo humano que no se adapta ni integra al establishment del momento. Esto es una de las bases del pensamiento ideológico impuesto por el estado moderno, el que en sí crea bases culturales e ideológicas para basar su derecho a negar la categoría de “civilizados” al grupo al cual pretenda minar, cuestionar u ocupar su nicho de poder.
En relación a lo anterior es que se basa el filósofo mexicano Leopoldo Zea en su Discurso desde la marginación y la barbarie. Refiriéndose al poseedor del logos (o sea, “el civilizado”) sostiene que
El dueño exclusivo de la verdad-palabra, dueño a la vez del poder que ha de afirmarla contra quien pretenda subvertirla, es decir, alterarla.
El término barbarie en América desde Colón
Es reconocido por la mayoría de los textos que el descubrimiento de América fue un proceso nefasto para las civilizaciones americanas, algo que no pongo en mayor duda, aunque sí pongo en duda el tratamiento que se le dio a los habitantes indígenas respecto a los términos civilizado/bárbaro que estamos tratando en este ensayo.
Desde el primer momento, Colón en su diario escribe
El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escovedo, Escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey e por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escripto.
(Diario del primer viaje de Colón, Jueves 11 de Octubre.)
Así, Colón toma posesión de estas tierras y las anexa a la corona española, así como a sus habitantes; pasando del estado de “salvajes” a “ciudadanos” a través de un largo proceso de integración que abarca varios siglos. Esta afirmación se basa en los esfuerzos iniciados por Bartolomé de las Casas, que causaron la creación de las Leyes Nuevas y las leyes para la protección de los “nuevos ciudadanos” de la corona española, hayan sido o no respetadas estas leyes.
De esto se deduce que para el Estado, los habitantes del continente son “salvajes” no “bárbaros”, aunque el término se gestaría mucho después, durante el siglo de las luces. Esto tiene una significativa importancia para los sucesos reivindicatorios que están teniendo lugar en el sur de Chile o en el resto de América estos días. Los indígenas han sido −desde los inicios de la Conquista de América− vistos como parte de la civilización y parte del estado, siendo parte fundamental de la identidad latinoamericana y mestiza y, por ende, cualquier exceso que cometan es parte de sus derechos como ciudadanos de derecho dentro del estado, atendiendo a sus costumbres y particularidades culturales.
Ésta es la principal razón por la cual los movimientos indígenas no han sido tachados de “bárbaros” por el sistema.
¿Dónde están los bárbaros de América, entonces?
El término “bárbaro” en América tomó su cariz dentro de ciertas condiciones políticas y socioeconómicas, las cuales motivaron los procesos de independencia de América. En sí, el término aparece a raíz de la Guerra Civil entre criollos que se desató por causa de las guerras napoleónicas en Europa; de esta forma, nacieron varios grupos en lucha por el vacío de poder en las colonias americanas. Finalmente, es sabido que la lucha fue ganada por la Gran Logia y su modelo de estado basado en las ideas de la Ilustración. Aun así, esta lucha por el poder ha sido una constante durante toda la historia de las nuevas naciones americanas, para lo cual los términos “civilizado” y “bárbaro” han servido para que los grupos de poder en el continente vayan legitimando el uso de la fuerza sobre sus adversarios políticos.
Con la formulación de los conceptos por José Domingo Sarmiento, la figura del bárbaro y del civilizado comienza a tomar forma preponderante en la intelectualidad americana. Éste, basándose en su obra Facundo (1845) da una base ideológica para determinar por fin al bárbaro representado por el gaucho:
caracterizó al gaucho en bueno: rastreador y baqueano, que vive en un estado de armonía con la naturaleza; y malo: «…hombre divorciado con la sociedad, proscrito por las leyes;… salvaje de color blanco» que incluye al cantor, que anda «de tapera en galpón» cantando hazañas propias y ajenas.
Sarmiento, Facundo (pág. 28)
en suma, un hombre que vive como todo un mítico colono o, tal vez, un conquistador europeo: imponiendo su ley o rebelándose contra ella cuando ésta, por convertirse en universal, pasa a llevar su ideal libertario, declarando su obediencia al caudillo o aspirando él a serlo; un ser con una identidad definida a su clan y su estirpe.
Sarmiento lo pone en franca oposición al civilizado de las ciudades que vive en un estado de cultura, viste a la moda, es cercano a las ideas del progreso y las leyes, i.e., liberalismo y multiculturalidad y todas las bondades del sistema hasta nuestros días.
En síntesis, para la visión sarmentiana el continente se encontraba en la encrucijada de la barbarie indígena y de la civilización occidental o, en otras palabras, naturaleza contra cultura, donde no cabía la asunción simultánea de ambos extremos. La civilización no es otra cosa que la alternativa asociada a Europa y los Estados Unidos, alternativa que incuestionablemente conducía al desarrollo y al progreso. [1]
Como vemos en sus inicios, la antinomia que creó Sarmiento estuvo dirigida en un inicio al salvaje, pero rápidamente se fue encauzando hacia un nuevo punto de vista que choca frontalmente con los ideales de civilización occidental: el criollo.
Esta afirmación ya nace desde las primeras alusiones que hace Sarmiento sobre su enemigo político Juan Manuel de Rosas, quien causó su exilio en Chile y que desarrolló una dictadura basada en el caudillismo, los valores del campesinado y la armonía del campo y la ciudad.
Así, hace aparición por primera vez −en el ámbito cultural− el enemigo del progresismo liberal en Latinoamérica: el hijo del europeo nacido en estas tierras y que ha evolucionado lentamente en el campo, alejado de las “bondades” de la Babilonia cultural y liberal de la metrópoli.
Hemos encontrado a los verdaderos bárbaros de América.
Notas.
1. Alfaro, H. «Civilización y Barbarie». Diccionario de Filosofía Latinoamericana. Biblioteca Virtual Latinoamericana. Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe. Universidad Nacional Autónoma de México. url: http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/civilizacion_y_barbarie.htm